CAPITULO 12

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ZURRA.
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Emma James.

La realidad llega como un balde de agua fría, el hombre frente a mí se mira el brazo donde le ha rozado la bala y me pongo en pie soltando el
siguiente proyectil.

«Es mi oportunidad».

—¡Largo todo el mundo! —dispone mientras me le voy encima con arma
en mano.

Me va a matar de todas formas, así que para qué perder el tiempo.

Forcejea conmigo logrando que el arma suelte otros dos disparos en la confrontación, me rehúso a soltarla y prefiero retroceder sin dejar de
apuntarle mientras él no se mueve; ni siquiera le importa la línea de sangre
que le está brotando del brazo.

—¡Quieto! —dispongo con firmeza.

Quito las lágrimas asustada asegurandome de que no haya verdugos los cuales pueden atacarme, pero no.

Estamos solos en la enorme habitación iluminada por el fuego.

—¿Me vas a matar Ved´Ma? —hace que me mueva— ¿Tú a mí?

—Quédate dónde estás —advierto y sonríe con malicia.

Busco una escapatoria, sin embargo, algo hace que inevitablemente lo repare de pies a cabeza; la tez olivácea cubre los hombros anchos al igual que el musculoso cuerpo con pectorales y abdomen marcado, en tanto el
boxer se le pega a las piernas cubriendo algo grande y grueso lo cual me eriza por completo.

—No te muevas —insisto.

Se acerca y los nervios me fallan soltando otro disparo el cual hace que se
me venga encima arrebatandome el arma que desliza lejos. No dejo que el
miedo me pasme lanzando el codazo que me abre el camino hacia la puerta, sin embargo, soy demasiado inexperta para el hombre más peligroso de
Rusia quien me sujeta devolviéndome en el acto.

—¿Qué podrían hacerte por matar al dueño de la Bratva? —habla en mi oído con la sangre emanandole del brazo— De seguro, te arrancarán la piel
como a un borrego

Los guantes me maltratan la piel de la garganta

—No te permitirían morir, sino que dejarían que sientas la agonía de ser abierta y luego te quemarían como la maldita bruja que eres.

Peleo, me suelto y alcanza el borde trasero del cuello de la túnica que se desliza fuera de mi cuerpo en medio de mis intentos por evadirlo.

La vergüenza me corroe y tapo mis pechos dispuesta a salir en bragas si es necesario, pero su mano izquierda se envuelve en mi trenza impidiendo la
huida.

Me estampa contra una mesa y en menos de nada tengo las muñecas con
dos grilletes de hierro los cuales me dejan como una auténtica esclava.

—Ahora veremos quién va a matar a quién.

Alcanza la daga que corta mis bragas, jadeo cuando su fuerza me levanta de nuevo envolviendo la mano en mi trenza y llevándome a la hoguera en forma de chimenea que yace en la habitación.

«Va a quemarme», mi cuerpo
cabe ahí y fácilmente podría ser incinerada.

—¡Vlad! —grito el nombre de la única persona que podría hacer algo menos tortuoso—¡Vlad!

Aprieta el agarre obligándome a que mis ojos se anclen a los suyos en lo que mis manos se mantienen sujetas atrás.

Este hombre no muestra piedad por ningún lado y siento que su crueldad es peor que morir.

—¿Crees que por haberle ofrecido el coño mi hijo te salvará? —gruñe en mi mejilla— porque eso fue lo que hiciste, ¿Cierto?

Su mano enguantada choca contra mi sexo en tanto el calor de las llamas me torna más receptiva encendiendo un leve cosquilleo en mi interior.

—Le ofreciste esto —palmetea dos veces más—. Niñata malcriada, ¡Contesta! ¿Es esto lo que te tiene viva?

Vuelve a golpear tres veces más.

—No —me relamo los labios secos y otra palmada arremete con más intensidad, luego otra y otra hasta que toma mi sexo con fiereza forzándome a separar las piernas, en tanto respira en mi oido dejando que su hombria palpite contra mi pierna.

Muero de vergüenza con la cremosidad que expido la cual ha de estar untando el cuero de sus guantes.

—No hay palabras que puedan definir lo mucho que me asquea tu repugnante apellido.

—A mi me apena que no puedas diferenciar entre mi hermana y yo —
respondo.

—Calla.

—Mi nombre es Emma James, no Rachel James —refuto con su mano en mi sexo— ¡Mírame y entiende la diferencia!

Aprieta más y un jadeo ahogado sale de mi garganta obligándome a arquear el cuello con el dominio puro que me hinca las rodillas frente al
fuego.

—Niñata malcriada —gruñe—.Ya dije que no soy tu papi como para que me hables así.

—Claro que no, un mafioso de mierda es lo que eres.

Las llamas consumen la leña desencadenando el sudor que cae por mi espalda, está a mi lado y me juzgo a mí misma distrayéndome con el bulto
que se esconde detrás del boxer.

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