CAPITULO 15

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CAPITULO 15 — MAFIAS.
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Vladimir Romanov.

Estaciono la camioneta adentrándome en la fortaleza Romanov.

Acabar con la vida de un alto mandatario siempre te agranda la fama.

Fama que nació con la muerte de mi madre.
Sorbo los restos de cocaína que tengo en la nariz hallando a mi padre saliendo de la cocina.

—Se supone que tienes que estar descansando —me preocupo.

—¿Luzco como algún anciano como para estar haciendo eso?

Niego, obviamente no, mi padre es más alto que yo y con un físico difícil de persuadir; no aparenta tener hijos tan grandes y en ocasiones parece que fuera un primo lejano.

—¿Por qué la puberta duerme en tu alcoba? —indaga— ¿Es así como tratamos a los esclavos ahora? Me huele a falla, Vladimir.

—Claro que no. La dejo por Maxi, que la acecha para matarla todo el tiempo.

—¿Y qué pasa si la mata? —refuta— ¿Te duele? ¿Te lastima?

—Aún no ha sido humillada ni ha sufrido lo que tiene que sufrir.

No me gusta que dude de mis capacidades.

—Te tengo una buena noticia, la FEMF está enfocada ahora en la muerte del ex general Joset Lewis y la desaparición de Olimpia, así que los navíos
que hemos pasado han multiplicado las ganancias —le informo—. Además, tengo en la mira un submarino con arsenal militar, abasteceremos a nuestros
hombres con sus armas.

—Nada de eso me basta si sigues durmiendo con el enemigo —contesta
—. Así que saca a esa cría de tu alcoba.

—Padre, no te enojes —intento calmarlo—. Solo me estoy divirtiendo.

—¡Con esa puberta no! —se impone— Y ya dije que la quiero fuera de esta casa siendo tratada como lo que es ¿Qué pensarán los otros si te ven durmiendo con la presa?

—Es una simple esclava…

—Pues yo no duermo con mis esclavas.

Se devuelve a la cocina en lo que tomo la escalera, la puerta de mi alcoba está sin seguro y la puberta está vuelta un ovillo en mi cama.

Suelto la chaqueta que traigo, son casi las dos de la mañana, está nevando y no tengo
un voyeviki cerca para que la lleven a los calabozos.

El estrellón de la puerta de mi padre me dice que ya se fue a dormir y, por ello, me quito la ropa dejando la tarea para mañana acostándome al lado de mi esclava.

La droga que inhalé todavía está en mi sistema logrando que el sueño sea más ameno.

Los psicoactivos alejan a los espectros de la noche.

Es lo que aliviana el peso que cargo sobre mis hombros, distrae la pesadilla que viví en esa cabaña reduciendo el olor a sangre que aún invade mis fosas nasales cada vez que evoco a Sonya Lazareva.

Inconscientemente siento que el calor de la puberta me llama, ella tan dulce y yo tan frío, pero pese a eso me gusta la dulzura que desprende.

Las horas pasan, la alarma me indica la llegada del amanecer y yo extiendo la mano apagando el móvil; mi sueño cesa y ella se voltea
mostrando esa luz que nunca la abandona, esa luz la cual hace que me deslice suavemente hacia ella llevando mis labios hasta los suyos
quitándole la playera que tiene.

Sus dedos me rozan acercándose más, en tanto la abrazo bajando sus bragas.

Siento que el frío va desapareciendo, que mi cuerpo va cobrandovida con el contacto de su piel y mi piel cuando mi instinto masculino me deja sobre ella en busca de una pose más íntima como la primera vez.

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