Primera noche

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Capítulo 4

Cuatro horas habían transcurrido desde que el asesino llegó a su nueva estadía, Leonard no aguantaba más tiempo sin reclamarle, estaba terminando lentamente con su paciencia.
Anthony no dejaba de tentarlo con palabras. Era testarudo y realmente necio, no permitía que las cosas no sucedieran como él quería, nunca había sido de manera contraria y estaba seguro de que tampoco seria la primera vez.

El dedo índice del pelirrojo estaba tocando constantemente el costado del torso del guardia, llevaba así un par de minutos, a decir verdad se le estaban agotando las ideas, estaba a punto de explotar buscando una nueva forma de incomodarlo, pero su plan más torpe fue el que terminó por dar resultado.

El pelinegro ya molesto se volteó a tomar el dedo del asesino con su mano, fijó la vista en el adverso manteniendo su mirada seria y dura, demostrando quien era el que tenía el mando ahi.

- Vuelves a picarme una vez más y perderás tu dedo.

Espetó con molestia, Anthony solo rió petulante y aprovechando que tenía su dedo en la mano del oficial, con un hábil movimiento tomó su muñeca, ejerciendo bastante fuerza en su agarre impidiendo así que pudiera zafarse. El menor forcejeó pero le fue prácticamente imposible alejarse. Ahí su mente divagó en lo poco seguras que eran aquellas rejas.

- Hasta que se digna a dirigirme la palabra oficial. - Comentó el asesino con una sonrisa cargada de burla e ironía - Si mis cálculos no me fallan, intenté durante tres o cuatro horas, es muy difícil de convencer, pero como ya vimos, no es imposible.

El oficial siguió manteniendo su mirada fija en los ojos del asesino, a quien le encantó esto, ya que casi nadie se atrevía a mirarlo por tanto tiempo ni tan de cerca. Todos temían en demasía observar sus ojos, solían llamarlo un demonio. Muchos creían y hasta afirmaban leyendas que se fueron creando en base a él, ya habían transcurrido seis meses desde que asesinó cruelmente a su ex pareja. Muchos lo conocían por los medios de difusión, pero así como habían gente que le temía, también existían personas que lo idolatraban, al ser un cruel asesino, joven y guapo, llamaba la atención de muchas personas trastornadas, pero por más fanatismo que hubiera, no había persona que le aguantara la mirada.

- Suelta mi mano ahora. - Demandó el oficial.

El asesino hizo caso omiso y por el contrario jaló su mano provocando que terminara prácticamente pegado a los barrotes.

- Lindo rostro oficial.

Susurró el preso al estar en una cercanía peligrosa. Leonard seguía observando los ojos adversos, estupefacto por lo que estaba sucediendo. Aquella cercanía provocaba que el cuerpo del oficial estuviese prácticamente estático, como cuando sucede la parálisis del sueño, casi imposible de moverse.

Anthony se aprovechó de esto al sentir el cuerpo tenso del oficial, por lo que sin dudarlo acortó la distancia juntando sus labios con los adversos y cerrando sus ojos al instante.

Sus labios eran cálidos y suaves, justo como los había imaginado. Jugueteó ágilmente sobre el contrario que permanecía aun estático. Lo creyó casi imposible, pero tras unos segundos Leonard correspondió al beso, prácticamente cegado, como envenenado por una serpiente, perdiendo sus instintos básicos de sobrevivencia, dejándose atrapar por su depredador.

Pero esto no duró mucho, el oficial pronto captó lo que estaba ocurriendo y se apartó de inmediato al sentir como el agarre en su mano se había aligerado.

- Vaya oficial, sus labios son mejores de lo que imaginé.

Se burló mientras seguía observando fijamente al pelinegro deseoso de volver a comer con audacia y deseo su boca.

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