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"La esperanza nunca se pierde"

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"La esperanza nunca se pierde"


Después de un rato, Aquino comenzó a desesperarse al punto de romper las paredes intentando salir, pero los guardias, al percatarse de lo que hacía, tuvieron que amarrarlo para contenerlo. Fue una tarea complicada, ya que Aquino se resistía con todas sus fuerzas. El castaño estuvo gritando por varias horas intentando dar señales para que venga Duxo a rescatarlo, pero este no hizo caso.

Se cansó de esperar y pensó que lo habían dejado allí, así que decidió intentar liberarse de las cuerdas que le ataban las manos. Comenzó a mover sus manos intentando destrozar las paredes, lo cual logró y escapó hacia el patio, mientras buscaba desesperadamente a Duxo.

— ¡Duxo! ¡¿Dónde estás?! — gritó mientras corría, pero se dio cuenta de que varios guardias se dirigían hacia él. Aquino corrió todo lo que pudo, pero se dio cuenta de que no había salida. En ese momento, Duxo apareció y lo tomó de la mano, ambos huyeron del lugar que los había hecho sufrir tanto.

Mientras huían pensaban que nadie los seguía, pero estaban realmente equivocados. Había casi un ejército persiguiéndolos y en un momento comenzaron a disparar. Duxo pudo esquivarlos fácilmente, pero Aquino había recibido un disparo en la pierna izquierda, haciéndolo caer al suelo, lo que provocó que el pelinegro se detuviera y agarrara al castaño del brazo.

— ¡Duxo! ¡Corre, déjame a mí! Puedo arreglármelas — dijo sin más, intentando empujarlo hacia el otro lado.

— ¡No, no te dejaré! Deja de decir esas cosas — Sin escuchar las quejas del castaño, lo cargó en sus brazos y siguieron corriendo hasta llegar a un acantilado.

Duxo se detuvo al borde del acantilado, mirando hacia abajo con preocupación. Aquino, herido en la pierna, sabía que no podían quedarse allí mucho tiempo. Los guardias se estaban acercando rápidamente, y necesitaban encontrar una forma de escapar.

— Duxo, tenemos que encontrar una salida. No podemos quedarnos aquí — dijo Aquino, tratando de contener el dolor en su pierna.

Duxo miró a su alrededor, buscando desesperadamente una solución. Fue entonces cuando vio un lago.

— Aquino, creo que he encontrado una forma de escapar. Necesito que confíes en mí — dijo Duxo, sujetando firmemente a Aquino.

Sin dudarlo, Duxo se lanzó al vacío, llevando consigo a Aquino. Aquino comenzó a temer, mientras que Duxo cerró los ojos confiando en que nada sucediera. Finalmente, lograron aterrizar en el pequeño río que fluía al pie del acantilado.

Mojados y cansados, Aquino y Duxo salieron del agua y continuaron corriendo, alejándose lo más rápido posible de los guardias. A medida que se adentraban en el bosque, la oscuridad de la noche los envolvía, brindándoles algo de protección.

々   ɗᧉlꪱᥴɑᥴɥ   ࣪   🥃 (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora