𝐔𝐌 ┃ 𝐂𝐀𝐏𝐈́𝐓𝐔𝐋𝐎 «02»

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―¿Has visto algún monumento? ―le indicó Eva, mirando de reojo al delegado Jeon Jungkook que se encontraba de espaldas junto a la fotocopiadora

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―¿Has visto algún monumento? ―le indicó Eva, mirando de reojo al delegado Jeon Jungkook que se encontraba de espaldas junto a la fotocopiadora.

De todos modos, ¿quién puede culparla? Un hombre con semejante complexión, con un rostro como éste. Tan ridículamente serio, se nota que es la persona más grosera del mundo. Ella misma me moriría de envidia; aunque, por suerte, Jungkook está cerca de ella. Debe de ser como ver a un curtido gorila de discoteca achuchando a una niña con tutú de bailarina; o a un boxeador mandando un besito a su novia en la primera fila. La más ruda virilidad masculina en sorprendente contraste con la ternura y la delicadeza femenina. La combinación más romántica del mundo con el hombre más atractivo del mundo.

―¿Por qué lo preguntas?

A base de gran tesón e imaginación, Yeeun la miró con interrogación. Mientras se conmueve, a paso ligero hacia un pequeño escritorio.

―Por el señor Jeon. Es todo un monumento.

―Ay sí, cómo no. ―respondió Yeeun con resignación― Lleva toda la mañana fastidiándome con la documentación.

―¿Sabes algo? ―susurró Eva, intrigante― Algunos dicen que es gay, pero yo no lo creo.

―Tal vez... sí lo sea. Uno jamás sabe. ―alegó ella con malicia― Salta a la vista que cuida su aspecto, quizá demasiado para ser un hombre de verdad.

―Saber cuánto le habrá costado ese traje. ―señaló su compañera― Pues si me lo pidiera, yo me prestaría gustosa a guiarlo por el buen camino.

Yeeun se echó a reír. Tan formal como era, encontraba encantador el natural descaro de su compañera. Aquel tipo tenía más aspecto de guardaespaldas que de auditor de contabilidad. Todas las chicas de la oficina volvían la cabeza al verle pasar, aunque ninguna sabía descifrar el modo de congraciarse con tan reservado galán. No faltaba alguna descarada que quisiera mostrarle la ciudad, su apartamento y todo lo demás. Jungkook era terriblemente apuesto, alto, fornido, de cabello corto, labios irresistibles.

Y, para rematar el soberbio conjunto, unos cautivadores ojos rasgados pero no tanto, era como que estaban en un punto medio. Igual a los de un cervatillo. Jungkook visitaba cada trimestre las instalaciones de la empresa con el fin de auditar las cuentas para la prestigiosa multinacional farmacéutica. La coordinación vía email con Yeeun era regular a lo largo del año y, cuando aparecía por allí, su relación no era demasiado buena que digamos. Siempre se la pasaban discutiendo por este o aquel informe hasta tal punto que era escrupuloso.

Por eso, Yeeun seguía siendo la única de la oficina que no suspiraba por llevárselo a la cama. Eran como las siete de la tarde y nadie quedaba en el edificio. Yeeun estaba fastidiada con su escritorio desbordándose de papeles por los cuatro costados. Para colmo, Jungkook insistía en que el registro de las tarjetas de crédito para dietas y gastos de representación estaba incompleto. Había algunos gastos desproporcionados y sin detallar. Jungkook iba y venía del pequeño despacho de Yeeun a las dependencias de subdirección en busca de respuestas, pero lo único que encontraba eran desconcertadas secretarias de tetas operadas y a ella, una ayudante de contabilidad sumamente escrupulosa y malhumorada.

―¿Encontró algo? ―preguntó él por enésima vez.

Yeeun instintivamente, retrocedió un par de pasos, pues esa forma de contonearse tenía que ser peligrosa a la fuerza. Sin embargo, Jungkook en ese momento no sentía otra cosa que curiosidad, de modo que se apoyó de nuevo en el borde de la mesa. Yeeun era una morena baja, flexible, y la simple visión de su trasero sacudiéndose mareaba en aquella noche de sábado. Tenía las pestañas espesas y los ojos oscuros, alegres; la nariz recta, pequeña, unos labios abultados, perfectamente dibujados en su boca; y una cualidad cálida, imprecisa que hacía imposible dejar de mirarla.

Sus caderas empezaron a oscilar con una frecuencia armónica y salvaje, sus piernas descargaron una serie de furiosos latigazos al aire como sacudidas por una corriente eléctrica y, cuando su busto, hombros y brazos se agitaban al ritmo de los sensuales acordes, él dejó de saber quien era y dónde estaba. Lo intentó, trató de bailar con ella. Hizo el ridículo, por supuesto, no pretendía otra cosa que divertirla. Luego la canción acabó y hubo de confesar que el único alcohol que teníamos en la habitación era unas botellas de vino, después de todo era una cena de trabajo. Sin embargo, sí que tenía otra cosa que seguro le iba a gustar. Su sonrisa se esfumó y la esposa me lanzó una mirada ladina, desconfiada, pero él salió de su transe. Y la escucho hablar:

―Ya le di todo lo que tenía, señor. ―respondió Yeeun exculpándose― Podría enumerar a la mayoría de quienes las usan, pero no a todos. Yo no sé de dónde salen. Quizá los de subdirección sepan algo, pero tendrá que ser usted quien les demande esa información.

Sentada en su silla giratoria, la bella mujer comparaba documentos e informes. Sin darse cuenta había empezado a atusarse un mechón de cabello, denotando una sensual mezcla de enfado y aburrimiento. Yeeun jugueteaba con su sandalia, balanceándola. Se le había subido la falda distraídamente para contemplar sus muslos, bien contorneados. Al entrar, Jungkook recorrió con su mirada toda aquella belleza. Desde los dedos de los pies fue subiendo lujuriosamente hacia el muslo, llegando a distinguir el borde más oscuro de las medias de la contable. Yeeun se dio cuenta del espectáculo que ofrecían sus piernas e inmediatamente miró a Jungkook de forma acusadora a la vez que con sus manos acomodaba su vestido tratando de ocultar lo inocultable.

Fue ese el instante en el que Jungkook se fijó por primera vez en la alianza de Yeeun. Su colaboradora estaba casada. Que pena. Pero aún así, eso no dice nada. Los minutos siguientes se tornaron bastante tensos. Pues, entre reproches y evasivas, la discusión se tornó un tanto airada. Cuando Yeeun se levantó de su silla, Jungkook hizo lo mismo y ambos comenzaron a atacarse frente a frente haciéndose duras críticas profesionales. En realidad, aquello era un duelo entre la autoridad del delegado y la reputación de la contabilidad. Poco a poco, la situación llegó a un punto demasiado violento y, de pronto. Yeeun se quedó muda de asombro. Furioso, el auditor había dado un paso al frente, invadiendo su espacio personal y dejándola perpleja.

―¿Qué hace, señor Jeon? ―dijo Yeeun interponiendo las palmas de sus manos entre ella y Jungkook.

Jungkook sonrió con malicia, inclinándose para susurrarle algo al oído.

―Conseguir que te calmes... Y deja de llamarme señor Jeon, me llamó Jungkook. Para ti, cariño.

Ambos permanecieron en silencio mientras se estudiaban el uno al otro, hasta que él se dejó llevar y, sin pedir permiso, tomó lo que quería. Lo que podría conseguir, bien merecía arriesgarse a recibir una bofetada. Jungkook la besó con tanta pasión que llegó a morderle el labio inferior. Desconcertada, Yeeun se encontraba en una encrucijada. Por un lado, estaba muy enfadada con el hombre, pero por otro, se sentía repentina y fuertemente atraída por aquel hombre. Aquel beso la había desarmado. Aun así, ella intentó soltarse, sí bien más por orgullo que por otra cosa. Jungkook había notado en su mirada un atisbo de duda y ella lo sabía. El auditor tomó a la joven esposa ajena con más fuerza y la besó de nuevo. Esta vez Yeeun no se opuso sino que, enfervorecida, devoró los labios de aquel bastardo con un ardor compartido.

—Déjeme en paz. —dice, y trata de quitarlo.

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«𝐔𝐍𝐅𝐀𝐈𝐓𝐇𝐅𝐔𝐋 𝐌𝐀𝐑𝐑𝐈𝐀𝐆𝐄» ➸ ❝𝗣𝗝𝗠, 𝗝𝗝𝗞❞ (+¹8) (✓) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora