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Al fin el tren se había detenido en el pequeño pueblo de Hogju, le escribí a la abuela media hora antes de llegar pero ella no me contestó. Seguro está envuelta con alguna actividad de la fiesta. Tome mi mochila y salí del vagón.

El olor a tierra húmeda y pinos llegó a mi como una brisa agradable. Cerre los ojos disfrutando el instante unos segundos.

Abrí los ojos al escuchar a alguien gritar mi nombre.

— Mi Rae, Mi Rae, llegaste — una chica de cabello castaño y mejillas regordetas corría hacia mi.

La reconocí al instante, Sumin siempre fue muy enérgica y alborotosa. Sus brazos me rodearon, le correspondí con la misma sonrisa en su rostro.

— Tardaste demasiado — dijo al alejarse y mirarme con un puchero — Es injusto que no vengas a visitarme.

— Lo siento, he estado muy ajetreada con la universidad y el trabajo que me consumen todo el tiempo.

—Al menos estás aquí ahora — sonrió convirtiéndo sus ojos en dos medías lunas — Todos se alegrarán de verte.

— Yo ya estoy alegre por verte.

Detrás Sumin venía Taemin con una sonrisa, ambos nos abrazamos.

— Es bueno verte también — conteste, los mire — ¿han visto a mi abuela? Dijo que vendría a recogerme.

— Pues...

—Yo le pedí venir a buscarte — interrumpió Sumin — Quería ser la primera en verte y abrazarte.

Reí al escuchar su comentario tan celoso.

Sumin me tomó del brazo caminando hacia el auto con Taemin siguiéndonos el paso. En todo el camino a la casa de la abuela, Sumin no dejaba de contarme todo lo que hizo desde la última vez que vine a visitar a la abuela, hace casi 10 meses.

En el colegio éramos muy unidos; Sumin, Taemin y yo. De hecho cuando ellos anunciaron su noviazgo me sentí como la tercera rueda. Aun me sorprende que sigan juntos y tan enamorados como el primer día.

Llegamos a la casa de la abuela, me despedí de ellos prometiendo encontrarnos en la fiesta por el cumpleaños de Sani, la señora que vende pescado.

Entre en la casa donde todo estaba en silencio, subí a mi antigua habitación. Todo seguía igual a como lo dejé tiempo atrás. Tire la mochila con la poca ropa que traje en una esquina, me lancé sobre la cama cerrando los ojos lentamente.

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De pronto los abrí viendo un callejón oscuro que sentía muy familiar caminé siendo guiada por mi instinto. Llegue a unas escaleras de metal, subí a lo que parecía el tercer piso de este edificio que parecía un almacén.

Toque la puerta y está fue abierta segundos después, era él, él estaba ahí mirándome con la frente fruncida.

—¿Que haces aquí?

—Tenías razón — conteste entrando a lo que parecía ser su apartamento— Ella no dejará que me vaya.

Sentía las lágrimas descendiendo por mis mejillas.

— Yo no quiero estar aquí, quiero irme a la ciudad— determine sentándome en el sofá — Lo pensé mucho y no me queda más opción — suspire sin dejar de llorar — hablaré con mi padre, le pediré ayuda para conseguir un apartamento así iré a la universidad que quiero y estudiaré arte.

—Dijiste que nunca le pedirías nada a tu padre. También dijiste que no tienes contacto con él... que ni siquiera se acordaría de ti.

—Tal vez así sea pero lo intentare — seguía llorando de frustración — Tendré que ir a su casa y hablar con él. Aún soy menor y necesito la autorización de mi tutor... Es mi única opción, solo quiero tomar mis propias decisiones y hacer lo que me gusta.

Soy REALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora