Shesilde Nebu siempre supo que los dioses eran criaturas veleidosas, egoístas y arrogantes, incluido el dios al que servía. Pero siempre tuvo el consuelo de que al menos en Trishava los humanos y los elfos luminosos podían vivir en paz.
No importaba lo mala que fuera la Noche Oscura, la vida en las Cortes de las Sombras y de los Destructores era mucho peor. Tohu, el dios de Caos mantenía a sus nobles en un estado de terror permanente, daba y quitaba su favor por capricho y usaba su poder incluso contra su propia gente.
Había creado a los primeros destructores como titanes temibles e irracionales, que disfrutaban de la destrucción y la brutalidad, azolando las tierras del este y el oeste, obligando a los elfos luminosos y a los humanos, los últimos dones de su hermano para este mundo, a huir y esconderse.
Los gran grupo de elfos huyeron hacia el este, y se perdieron para siempre en las islas lejanas. Los humanos buscaron refugio en Trishava, tierra sagrada protegida por un dios que incluso Tohu respetaba.
Cuando Tohu vio como la Corte de las Máscaras prosperaba, le pareció que el tiempo de sus primeras bestias había terminado. Llamó a los elfos que antes vivían en sus tierras y les ofreció paz. Los sedujo con la promesa de ser señores con tierras y riquezas.
Muchos fueron tentados, pero vieron sus esperanzas derrumbarse cuando sus esposas, madres y hermanas fueron atadas y tomadas por los primeros destructores para producir nuevas criaturas, más civilizadas. Tres generaciones de estas mezclas dieron nacimiento a los destructores tal y como los conocían.
La promesa del dios, su don, se cumplió, al fin eran señores, con tierras y riquezas.
Tehom no había sido tan distinto, él les había obsequiado un fértil y hermoso valle a cambio del sacrificio de sus niños. Un acto barbárico y cruel, que todos debían aceptar porque los otros reinos eran incluso peores para los humanos.
Así habían llegado a transformarse en resignadas asesinas, bajo el pretexto del honor y de ser el pueblo elegido. Shesilde Nebu, así como muchas otras mujeres no creía que aquel sacrificio fuera un honor, pero la corona sobre su cabeza era un peso lo suficientemente grande como para rendir obediencia a la criatura que habitaba en las aguas del Abismo.
Además, Tehom siempre había mostrado una extraña preferencia por ella, visitándola en visiones, dándole obsequios y manteniendo siempre en flor el cerezo que daba a la ventana de su cuarto infantil.
Saberse de alguna forma la favorita de un monstruo le daba cierta sensación de incómodo poder, como si ella fuera más especial incluso que su madre la reina.
Transcurría el séptimo día de oscuridad cuando los dolores del parto convulsionaron el cuerpo de la Shesilde Nebu. El dolor comenzó en su espalda, se sentía como una espada afilada que punzaba una y otra vez su carne, sintió como la parte baja se calentaba y la envolvía, iniciando la fiebre. Era como estar bajo una manta muy pesada que la aplastaba y no dejaba que tomara suficiente aire.
Recordó la visión de la Noche Oscura y mientras se perdía en la inconsciencia apenas alcanzó a susurrar "prometiste que no moriría" en una mezcla entre reproche y súplica.
En medio de la fiebre sintió como una mano se apoyaba sobre su frente, pero fue incapaz de abrir los ojos, su cuerpo comenzó a moverse con voluntad propia. Avanzó con largas zancadas desde el templo, sus pies descalzos sobre la hierba fueron sintiendo el cambio en las texturas, desde el frío mármol del templo, la hierba, las piedras del camino, hasta la arena del lago. El frío y la humedad le pusieron la piel de gallina. Pronto sintió las aguas gélidas bajo sus pies, fue en ese momento que reunió todas sus fuerzas para abrir los ojos y descubrió que estaba en medio del lago y frente a ella estaba la encarnación de Tehom.
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Hijos de las tinieblas y el caos
FantasyNergal y Astarté están unidos por el destino, el amor y el deber, pero su unión está predestinada al fracaso desde su origen. Ambos son hijos de míticas y terribles criaturas conocidas como dioses, cuya naturaleza egoísta ha llevado al mundo a cons...