[Capítulo 6] - La Fiesta de la Cosecha

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A unos pocos días de que llegara la Fiesta de la Cosecha Nergal recibió una carta de su madre para anunciar que se acercaba la luna del cazador y que por tanto debía ir en busca de su última presa... Las indicaciones para buscar a la criatura eran tan claras que no había forma de perderlo, tenía una mujer y tres crías. Nergal se dejó caer en la silla, era el último, el último y estaría completo, se detendría la matanza de inocentes y tendría el poder para hacerle frente a su destino.

Recogió las armas como un torbellino, le anunció a sus hombres que partiría por tres días y les dio la orden de mantener los ojos abiertos durante la Fiesta de la Cosecha. Montó a Sombra Nocturna y acortó la distancia lo más rápido posible. Se acercaba la noche y la luna del cazador.

El llamado de su poder contenido rogaba por liberación y sabía que solo la sangre de su presa podría calmarlo. Dejó su caballo en medio del bosque, y lo liberó para que volviera al campamento por su cuenta, cabalgar solo lo ayudaba a enfocarse y a ordenar ideas, sabía que lo mejor era volar.

Sacó el mapa de su bolsillo y dibujó el camino con los dedos. Nunca era fácil matar a un inocente, pero necesitaba hacerlo para salvar a tantos otros... recordaba al niño asustado que habían llevado para el ritual, podría haber sido su amigo si no fuera porque era el cordero llevado al altar para contener al monstruo que vivía dentro de él.... caminó hasta el borde de un precipicio y saltó dejando que esas ideas lo abandonaran. Debía encontrarlo y sacrificarlo antes de que la luna del cazador se perdiera en el cielo.

A medida que la noche avanzaba su figura oscura sobre el cielo era como la de una ave portadora de desgracias. El cielo estaba cubierto por nubes y las estrellas apenas se dejaban ver, pero incluso en medio de la oscuridad pudo distinguir la pequeña casa en los deslindes del pueblo. El hombre que iba a cazar esa noche se había dedicado a la herrería, así que al menos se podría defender, no era que eso importara mucho, pero el anterior se había rendido a la muerte en cuanto lo vio en el bosque.

Descendió lentamente, y esperó sentado detrás de un árbol, hasta que el hombre salió por un poco de leña, cargaba su hacha, seguramente esperando que la luna lo ayudara a ver mejor a través del bosque. Estaba saliendo cuando su esposa lo detuvo y le entregó un cuchillo. No estaban demasiado lejos de las tierras élficas, y aunque no supieran su ubicación precisa la sospecha era lo suficientemente fuerte como para salir armado en medio de esa noche.

El hombre se internó lentamente en el bosque, dejando tras de sí su hogar y la calidez de su familia para sumergirse en la oscuridad. Las lechuzas cantaban a la luna, y los animales rastreros aprovechaban la oscuridad para encontrar sus presas o atacarlas mientras dormían.

Nergal caminó sigiloso, lo siguió hasta un claro del bosque donde el hombre cortó su mano y la alzó ensangrentada al cielo.

— Sé que estás aquí— dijo con un grito furioso— puedes venir por mí si prometes dejarlas en paz.

Nergal dejó las sombras y se presentó ante su presa, dejando que apenas fuera visible su rostro. Era una masa de oscuridad, cuyos ojos brillaban encendidos como brasas, su cuernos se dibujaban amenazantes bajo la luz de la luna y su boca estaba torcida por una mueca cruel.

— Podría matarlas tal y como lo voy a hacer contigo— respondió desenfundando su cuchillo— ya sabes lo que ocurrió con otros antes de ti.

El hombre lo miró detenidamente.

— No hay forma en que pueda vencerte— dijo apretando su propio cuchillo— pero no voy a dejar que me caces como una bestia, vas a pelear conmigo como un igual.

Hijos de las tinieblas y el caosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora