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Felipe

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Felipe

Sonreí y dejé que la música me llevara, moviendo mi cuerpo al ritmo de "Sin Culpa" de Duki y DrefQuila. Los tragos y el humo espeso del porro que se posaba en los labios de Matías nos envolvían en una atmósfera de diversión y despreocupación, robándonos risas y sonrisas cómplices.

Las luces de colores parpadeaban intermitentemente, creando un ambiente vibrante y lleno de energía a nuestro alrededor. La gente cantaba a todo pulmón, entregándose por completo al frenesí de la música y la fiesta.

De repente, Blas me ofreció su vaso de vodka con energizante con una sonrisa, y acepté el gesto con gratitud, sintiendo cómo la mezcla de sabores pasaba por garganta, estimulando mis sentidos y avivabando aún más el ambiente que nos rodeaba.

Mi mirada, aunque intentaba disimular, no podía apartarse de Perla, que bailaba con una sonrisa entre Juani y Santiago.
Era algo que, no sabía explicar, pero siempre me pasaba al verla. Sentía como una adicción el mirarla.
Su sonrisa, su presencia, su actitud y todo en ella enrealidad, me resultaba atrayente. En comparación al resto de chicas a su alrededor, ella brillaba diferente, brillaba muchísimo más.

Su sonrisa era como un imán para mis ojos, atrayéndolos una y otra vez hacia ella. Cada vez que reía, iluminaba la pista de baile con una energía contagiosa, como si el mundo entero se detuviera para admirarla. Su presencia era magnética, y aunque intentara prestar atención a lo que sucedía a mi alrededor, mis ojos siempre volvían a buscarla entre la multitud.

Era difícil resistirse a su encanto. Todo en ella resultaba atrayente: desde su manera de moverse con gracia y soltura, hasta la manera en que sus ojos brillaban con una luz propia. En comparación al resto de chicas a su alrededor, ella brillaba diferente. No solo por su belleza física, que era evidente, sino por esa chispa única que la hacía destacar en cualquier lugar al que fuera.

No podía evitar sentirme atraído por cada gesto suyo, cada risa, cada mirada. Era como si estuviera bajo su hechizo, incapaz de apartar mis ojos de ella. Era como si el mundo se redujera a nosotros dos en medio de la pista de baile, y todo lo demás desvaneciera en segundo plano.

Mi corazón se sentía cálido al verla, y se aceleraba cada vez que nuestras miradas chocaban.
Estaba perdido.

De repente, la figura de Simón se acercó a Perla. Observar cómo Simón se acercaba a Perla me llenó de una extraña mezcla de incomodidad y celos. Cada gesto suyo hacia ella parecía intensificar ese nudo en mi estómago. La manera en que apoyaba su mano en su cintura me hizo apretar los puños involuntariamente, sintiendo una punzada de frustración.

Cuando él inclinó su cabeza para susurrarle algo al oído, no pude evitar captar la sonrisa que se formó en los labios de Perla. Una sonrisa que parecía iluminar su rostro y hacer que su mirada brillara con complicidad. En ese momento, el sentimiento que me invadió fue como un golpe en el pecho, una mezcla de confusión y deseo entrelazados.

𝐓𝐔𝐒 𝐎𝐉𝐎𝐒 | Felipe OtañoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora