𖹭 . 𝗈𝗇𝖼𝖾

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Una tranquila respiración chocaba con su frente, era cálida; todo a su alrededor era cálido. Pensó e hizo memoria para tratar de saber dónde estaba. No se fue a casa de un extraño, no recuerda demasiado luego de que comenzaron a jugar a la botella. A menos que... oh dios ¿había dormido con Jungwon? Aquello lo asustaba bastante. No quería dormir con Jungwon, lo veía como un pequeño que necesitaba ser más protegido que él.

Tomó tres profundas y silenciosas respiraciones y abrió primero un ojo. Lo único que vio fue un fuerte pecho, cubierto con una camiseta negra. Ahora que prestaba más atención, tenía dos grandes brazos rodeándolo y una pierna sobre las suyas. Bien, no podía moverse mucho, pero su brazo derecho estaba abrazando el (gran) cuerpo de aquel hombre. Dios, aquel no podía ser Jungwon. Al elevar la mirada pudo divisar el magnífico y duro rostro del Príncipe Nishimura Riki. Oh dios, había dormido con Riki y no recordaba absolutamente nada. Genial, maldito sueño frustrado, maldito alcohol y maldita fiesta.

—Carajo.— Moduló y se dio el tiempo de observarlo mejor. Entonces tuvo algunos reflejos de sus recuerdos. Riki insultando Jungwon, Riki drogado pesando demasiado y luego ellos besándose. Oh por dios, ni siquiera recordaba con claridad eso. Rezó por estar vestido, así que movió un poco su pierna y sintió el roce de una tela contra sus piernas y se tranquilizó. Pero lo distraía mucho la respiración del adulto. ¿Por qué era tan bonito durmiendo? Se levantaría e intentaría preparar el desayuno para ambos. Seguro sería tan romántico... ¡Pero esperen! No eran nada. ¿Riki se molestaría por hacerse ilusiones cuando quizás solo se habían quitado las ganas? Tenía muchas preguntas, pero antes de pensar en ellas, se removió tan lento que sintió que tardó unos diez minutos en salir de la cama.

Riki lo tenía tan prisionero...

Al salir fue hacia la primer puerta, encontrándose con un vestidor enorme, quizás eran diez metros de un pasillo repleto de espejos y ropa prolijamente doblada y otras en una percha. Habían pequeños cubos de vidrio, uno encima del otro, con zapatos de diseñador, que quizás tenían el valor de su moto cada uno. Dios, dejaría de perder tiempo. Cerró cuidadosamente la puerta y entró a la siguiente, encontrando finalmente el baño. Bien. Si Riki tenía tanto dinero, seguro tenía cepillos de dientes nuevos. Bingo, sí los tenía.

Al lavarse el rostro para quitar su cara de zombie, pensó en lo épico que quizás fue aquel beso con el adulto. Entonces, la tercera vez que remojó su rostro, escuchó en sus recuerdos un "mi Sun" que venía de los labios de Riki. Se congeló, pero podía repetir imágenes borrosas de aquel momento. "soy un hombre adulto", "mañana Riki desaparecerá de tu vida y serás un chico normal". ¿Qué mierda? Su cabeza comenzó a punzar con fuerza y quiso llorar de lo fuerte que era el dolor. Rebuscó algun botiquín y encontró uno algo empolvado, pero con algunas pastillas útiles dentro. Ruega que no estén caducadas, pero toma dos por las dudas y le deja una a Riki, con una nota, demostrándole indiferencia, aunque no quería sonar tan infantil si se enojaba, así que puso un corazón para que vea que no hay rencores.

Luego de media hora, pudo recuperar sólo momentos extraños. En uno de ellos, Riki terminó siendo su Daddy. Fue tenebroso cuando recordó parte de aquello ¿como era siquiera posible? Pero las palabras de Riki sobre ser un chico normal lo sacaron de quicio ¿Acaso había algo malo en él? ¿Por qué Riki debía decidir qué era "normal" para un chico como Sunoo? Se enojó al imaginarse al adulto sacándose las ganas con él, usándolo como un objeto para satisfacer sus necesidades y luego desaparecer.

Y una mierda. Nadie usaría a Sunoo ni se aprovecharía de su cuerpo. Pero entonces recuerda haber eyaculado. Su cuerpo también lo siente, como también su ropa interior. Joder. —Tengo que irme.— Se puso de pie, miró el reloj; 8:27a.m. Bien, quizás no llegaría a su primer clase, pero sí a la segunda. Bajó rápido unas escaleras y se encontró de nuevo con el hombre que le ayudó en la noche.

──    𝗌𝗎𝗇!!!   ୨୧   𝘀𝘂𝗻𝗸𝗶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora