Llegó papá, perra!!!

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      El soberano del Inframundo se encontraba en su oficina creando un nuevo patito, tenía esa obsesión desde que su esposa Lilith lo había abandonado hace 7 años.

Sabía que se lo había ganado a pulso, había descuidado a su familia para gobernar el infierno.

Terminó de crearlo y sonrió feliz, hasta el momento era su mayor creación, obviamente después de su hija Charlie.

Miro por unos segundos aquel juguete sintiéndose incompleto y lo lanzó hacia una pila de patitos la cual se encontraba en el suelo.

Es una mierda!!! Jamás puedo hacer algo bien!!! — Dijo el rubio claramente irritado mientras sus ojos se volvían rojos y sus cuernos y cola salían mostrando su lado demoníaco por unos segundos.

Llevaba días sin dormir bien, su insomnio lo mantenía despierto desde hace varios años consiguiendo dormir dos y tres horas al día, pero sintiéndose cansado al despertar.

El sonido de su celular llamó su atención, era el tono de su hija la cuál parecía llamarlo, él siempre era el que le llamaba, usando cualquier excusa para poder estar al pendiente de ella.

Tenía aquel teléfono en sus manos y los segundos pasaban y aún no se atrevía a responder, sus nervios salieron a flote mientras se debatía como debía responderle.

Qué onda perra? — Contestó aquel teléfono con un tono de voz alegre y desinteresado, aunque por dentro se sentía realmente nervioso.

Papá... Necesito tu ayuda... Por favor... Ven a mi hotel... Estoy segura que si ves lo que hago aquí, cambiaré tu forma de pensar... — Se escuchó la voz suplicante de su hija a través de la bocina de aquel teléfono.

Estaba completamente emocionado de que su hija lo invitara, acordó llegar en media hora a dicho lugar.

Dejó todo lo que estaba haciendo y comenzó a prepararse.

Maldición... No tengo nada qué ponerme... No puedo ir a ver a Charlie en estás fachas.
— Dijo el soberano mientras miraba su atuendo habitual.

Entró a su habitación y miro sus atuendos, todos eran prácticamente iguales. Al final decidiendo ponerse el que más destacaba su figura y emprendió su camino hacia el hotel de su hija.

Llegó a aquel hotel y pudo notar como era recibido como si se tratase de una estrella. Vio a su hija y la abrazó fuertemente, estaba tan contento de volverla a ver.

Su atención se centró en cierto pelirrojo que yacia junto a su pequeña y adorada hija, frunció el ceño inmediatamente, había algo en él que no le agradaba. Algo que le hacía recordar algo de su pasado.

Charlie... Por qué no me presentas a tus OTROS AMIGOS. — Dijo aquellas palabras mientras miraba con recelo a Alastor.

Se que he visto a este pecador en algún lado, pero jamás había oído hablar sobre él.

Dijo el monarca entre sus pensamientos mientras miraba de reojo a aquel pelirrojo.

Acaso se le ha perdido algo? Majestad... — Escucho la voz de aquel pelirrojo el cual parecía darse cuenta de la mirada insistente de aquel rubio de baja estatura.

El tono en qué había dicho la última palabra parecía ser mencionada con odio, cosa que desagradó al rubio, era el primer pecador que parecía no importarle el hecho de ser él soberano del Inframundo.

Nada que te importe botones. — Replicó el soberano desviando su mirada  un tanto avergonzado.

Pasaron los minutos y su hija le ofreció quedarse en una de las habitaciones para que vigilará de cerca todo su trabajo.

Aceptó gustoso, haría lo que fuera para pasar más tiempo con su adorada princesa.

Para su mala suerte fue guiado por aquel pelirrojo de sonrisa, caminó detrás de este mientras le mostraba algunos lugares del hotel y le contaba cómo cumplía cada capricho de la princesa del Inframundo.

Sentía como la ira iba a comenzando a apoderarse de su pequeño cuerpo, provocando que sacará su forma demoníaca y tomando del cuello al cervatillo y lo acorralara contra la pared.

Te diré una cosa perra... Hay algo en ti que no me agrada, sé que lo único que quieres es divertirte del "absurdo" sueño de mi princesa. — Sus garras apretaban aquel cuello comenzando a dejarle marcas.

Su majestad, puedo prometerle que no tengo  ocultas intenciones, más que ayudar a Charlie. — Escuchó replicar al pelirrojo mientras embozaba su gran sonrisa.

Más te vale cabrón... O destrozare tu alma. — Dijo el rubio mientras lo miraba con odio.

Al rubio no le quedó más remedio que chasquear su lengua y soltarlo, qué pensaría su hija si lo miraba tratarlo de esa manera.

Sin decir ninguna palabra más abrió la puerta de su habitación y entró cerrando la puerta trás sí.

Sabía que no sería la primera vez que tendría que toparse con aquel ser tan irritante.

Dulce Pecado (RadioApple)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora