No me enamorare

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      El rubio no podía creerlo, intentó fingir que odiaba al pelirrojo, no podía creer que él demonio de la radio continuará sintiendo algo por él después de todo el daño que le hizo. Lo había abandonado tal y como a él también le habían hecho.

Pasaron los días y evitaba estar solo con él pelirrojo, siempre que miraba que se acercaba a él, siempre lo esquivaba.

Para su fortuna, había logrado encontrar una forma para dormir bien y no tener aquellos sueños recurrentes con él pelirrojo.

El demonio de la radio siempre transmitía a altas horas de la noche y el escuchar su voz le hacía de alguna manera conciliar el sueño.

Pero no se había dado cuenta que era una invitación para el pelirrojo a estar en su habitación, aunque él solía entrar sin pedirle permiso y lo observaba dormir.

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- Por qué me dejaste solo, Samael, yo te amaba. - Decía el castaño mientras lo miraba a los ojos.

- No... Yo no quería... También te amaba, pero no podíamos estar juntos. - Decía el rubio mientras sus ojos se comenzaban a cristalizar.

- Por tu culpa, morí... Y te haré pagar por eso, Lucifer. - El castaño se transformó en el pelirrojo, comenzando a mostrar su forma demoníaca.

Intentó utilizar su poder pero al parecer era solamente un humano.

- No... Alastor... Yo no quería... - Decía el rubio lleno de pánico.
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Abrió sus ojos, estaba llorando y sintió como unos brazos lo rodeaban, escondió su rostro en su pecho mientras su cuerpo temblaba. Aquella pesadilla había sido tan real.

Se separó un poco y vió a quien le estaba dando consuelo y lo empujó haciéndolo caer de la cama.

Qué es lo que haces aquí, cabrón? — Dijo el rubio claramente ruborizado.

Usted me invitó a entrar a su habitación... Y estaba teniendo una pesadilla y dijo mi nombre. — mencionó el pelirrojo mientras se levantaba del suelo, limpiaba sus ropas del polvo y señalaba la radio encendida.

Sus mejillas se tiñieron aún más carmín mientras desviaba su mirada, al parecer hablaba en sueños.

Samael... — El pelirrojo dijo el antiguo nombre del rubio y eso lo hizo levantar su mirada y verlo a los ojos.

Pudo sentir como se acercaba a él, quería retroceder pero su cuerpo no le correspondía.

No te acerques cabrón. Te lo ordena tu soberano. — Advirtió el rubio desviando su mirada.

Sintió como una mano acariciaba su mejilla y levantó su vista viendo al más alto y haciéndolo recordar lo que habían vivido.

No puedo respetar esa orden, su majestad. — Dijo el demonio de la radio mientras seguía acercándose a él.

El rubio sentía como su corazón latía rápidamente mientras el pelirrojo se acercaba más a él, hasta el punto en que sus labios se tocaron.

Aquello lo sorprendió e intentó empujarlo pero su cuerpo no le respondía comenzando a dejarse llevar por aquel beso.

Una corriente eléctrica atravesó su cuerpo haciéndolo jadear mientras sus lenguas comenzaban a entrelazarse.

Sintió como las manos del pelirrojo rodeaban su cintura y en acto segundo se colgó de su cuello poniéndose de puntillas debido a la diferencia de alturas.

Al parecer el pelirrojo se dió cuenta de ello y lo cargó, aquel beso comenzó a intensificarse, hasta que el rubio entró en sí y lo empujó, alzando sus alas apartándose del pelirrojo.

Aquel impulso hizo que el pelirrojo mordiera su labio inferior, provocando que su sangre dorada fluyera de aquella pequeña herida.

Qué crees que haces, perra? — Dijo el rubio mientras limpiaba sus labios y lo miraba sonrojado.

El pelirrojo solamente le sonrió y lamió sus labios probando la sangre del rubio y desapareció entre las sombras dejándolo totalmente confundido.

Pero qué mierda. — Murmuró el rubio mientras soltaba un suspiro y se dirigía hacía la terraza de su habitación.

Chasqueo sus dedos creando un cigarro y lo encendió comenzando a fumarlo, era un hábito que había agarrado mientras estuvo en el mundo humano.

No quería que su hija lo viera, usualmente lo hacía cuando se sentía angustiado o preocupado por alguna situación.

Y lo que estaba viviendo con el pelirrojo, no creía que iba a volver a encontrarse con él.

Su corazón seguía latiendo rápidamente, podía sentir como este casi salía de su pecho.

No caeré de nuevo en su juego. No me enamorare. — Dijo el rubio mientras sentía como sus lágrimas comenzaban a brotar, empañando su vista.

Sabía que era una vil mentira, si lo hubiera olvidado no habría ido a buscarlo de nuevo al mundo humano y arriesgado su vida de nuevo.

Dulce Pecado (RadioApple)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora