Día 2: El primer golpe.

46 9 7
                                    

Jamie

     El clima es terrible hoy. Y para colmo he olvidado mi paraguas en casa. Pero… ¿quién iba a imaginarse que caería semejante aguacero tan temprano en la mañana? No es algo típico de Hollywood y menos en invierno. Estoy cansada y empapada. Ni siquiera me importa que mi móvil se moje con la lluvia y termine estropeándose, o que el guion para el nuevo capítulo del podcast termine bajo metros de agua. Y, para rematar mi mala suerte, soy incapaz de distinguir lo que hay delante de mis narices porque se me ha olvidado echarme las gotas para los ojos.

    Logro divisar en la distancia la cafetería de mi padre. La mejor decisión que hemos tomado como familia, es colocar ese cartel rosa neón con el nombre del local en letras grandes: Café Maryland.

    Corro como una desquiciada para resguardare de la lluvia. Entro en el café y al hacerlo la campanilla de la puerta tintinea anunciando mi llegada. Papá me observa desde detrás de la barra y sonríe.

    —Buenos días, cariño, veo que hoy has despertado muy húmeda —bromea mientras desliza un paño seco por el interior de los vasos de cristal.

    Me rio con fuerza. Mi padre es fanático de los chistes verdes con doble sentido.

    —Vaya mañana, y apenas son las siete y media —me quejo, tomando asiento en la barra delante de mi padre —. ¿Tienes algo para mí?

    —Por supuesto. Tengo café, alcohol, bollos de fresa y puede que algo de cerveza —murmura con una sonrisa maliciosa a la vez que se encoge de hombros.

    —Papá, es muy temprano para emborracharme. ¿Has llevado a Elias al colegio? —inquiero preocupada. Siento que no estoy tan presente en su vida por culpa del trabajo.

    Nadie sabe quién es mi familia, para el mundo ni siquiera tengo. Me gusta mi privacidad y no quiero arrastrarlos a los altibajos de la fama.

     —Tan puntual como siempre. Aunque últimamente está un poco quejica.

     — ¿Por qué?

     —Apostó conmigo veinte dólares a que tu podcast no llegaba a tres millones de personas en audiencia. Es muy mal perdedor. Por cierto, creo haber escuchado por ahí que quiere una play algo, no se muy bien a que se refería.

     Entorna los ojos y yo me carcajeo. A estos dos siempre les ha gustado hacer apuestas.

    —Una PlayStation, papá. Será para Navidad, debe mostrarme las notas antes, pero mañana mismo saldré a comprarla después del trabajo.

     Papá hace una mueca de desaprobación a la par que coloca una taza de café caliente frente a mí.

    —Lo malcrías demasiado, Jamie —comenta sin ocultar su descontento.

    Cierro los ojos con fuerza y siento el impulso de tirar todo al suelo. Suelto la taza de café y miro a mi padre sin poder creerme sus palabras.

    —Quiero que Elias tenga todo lo que no tuvimos nosotras. Nunca, papá, nunca tuvimos un juguete, mucho menos ropa bonita. No quiero que Elias crezca con las mismas carencias que nosotras —digo, tratando de no levantar la voz y asustar a los comensales —. ¿Sabes lo que más deseaba de pequeña?

    —Algo imagino.

    —No, créeme que no —hago una breve pausa para tomar aire —. Unos patines, papá. Puede parecerte poca cosa, pero siempre lo he deseado. Odiaba que se burlaran de mí por no poder ir a la pista de patinaje del pueblo, solo porque no tenía patines. ¿Sabes lo que se siente? Para el mundo yo era Jamie la débil, la pobretona que muchas veces no asistía al colegio por no tener que desayunar.

Con amor, Jamie (ONC2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora