Día 1: Malas noticias.

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Harry

   Contemplo la nube de humo que sale del edificio Milano. Mi vida, mi trabajo, mis ganas de sonreír se acaban de ir a la mierda. Todo por culpa de Marcel y su nivel elevado de tacañería. He perdido la cuenta de las veces que le he dicho que las tuberías no daban para más.

   Sacudo el polvo que me queda de la explosión y me siento en la camilla de los paramédicos para dejar que me curen las pequeñas heridas que tengo en mi rostro. Menos mal que no fue peor.

   — ¡Menos mal que te encuentro, Harry! —la alterada voz de pito de mi productor, Marcel, retumba en mi oído —. Pensaba que te había sucedido algo grave.

    Le dedico una de mis mejores sonrisas para luego mirarlo con desdén. La lógica no cabe en su cerebro, eso está claro.

   —Acabo de salir en televisión con aquella periodista de aspecto un poco raro —señalo hacia ella. Una chica… pintoresca, por llamarla de esa forma. Lleva una falda colorida y dos trenzas con lazos rosas. Esto de la moda coquette se está saliendo de control.

   —Da igual, Harry, no sé qué vamos a hacer, pero de momento Los crímenes de Saturno queda cancelado —comenta susurrando en mi oído. Es una maldita mala costumbre que debe dejar atrás cuanto antes.

   — ¡No puedes hacer eso! Es mi sustento. Además, el podcast es famoso, no podemos cancelarlo asi como asi —pego un respingo que hace que el paramédico se sobresalte y termine tirando las pinzas con algodón que sostenía en sus manos.

   —No quisiera, pequeño Potter, pero no me quedan opciones, aunque… —se lleva una mano a sus labios, pensativo. Mi primer instinto es rogarle una plegaria a Dios, porque, las ideas de Marcel nunca son buenas.

   «Odio que me llame así»

   —Dime que no tienes una idea, odio cuando pones esa escasa mente a pensar. Acéptalo, Marcel, pensar no es lo tuyo —resoplo con fastidio, aunque tengo que reconocer que en algunas ocasiones me hace sonreír.

   —Tengo un amigo.

   Bufo y dejo escapar el aire que estaba conteniendo.

   —Ya, yo también tengo un amigo, vive conmigo, suelta pelos por toda la casa, riega mierda cuando estoy trabajando y se hace llamar Gary —suspiro derrotado y haciéndome la idea que no volveré a relatar esos crímenes que tanto me gustan.

   —No me refiero a un enorme perro Collier más lento que una tortuga. Estoy hablando de uno de carne y hueso, gordinflón, chismoso y que se hace llamar Charlie —se mofa de mi utilizando mis mismas palabra.

   Sonrío.

    — ¿Qué Charlie? —pregunto curioso. El nombre me suena, pero desconozco el apellido.

   —Eso no importa, tengo que hacer una llamada —y se aleja de mí con el móvil en las manos mientras marca un número telefónico.

   «Que fastidio»

   Resoplo, y el paramédico desiste de mí, dejándome solo. Contemplo el horizonte ensimismado. Los reporteros se encuentran apilados detrás de la cinta policial hambrientos por una exclusiva. Aunque la fama en ocasiones puede ser abrumadora, llega el punto que te acostumbras a ella. La solución se encuentra en sonreír, siempre sonreír.

   Frunzo el ceño al ver pasar un camión con publicidad incrustada. De esos abundan aquí en Hollywood, pero este capta mi atención de inmediato. Pero ni siquiera tengo tiempo de contemplarlo porque la pesadilla de Marcel vuelve a hacer acto de presencia frente a mí.

Con amor, Jamie (ONC2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora