Capítulo III: Esperanza de Luz

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Los demonios de rango inferior se deleitaban al ir mundo humano y atormentar las almas en pena, carentes de valor.

Hmph. Los humanos son seres patéticos e inferiores que solo sirven para servir a los demonios, no al revés. La idea de admirar la belleza de este planeta cuando están tan llenos de pecado es ridícula en sí misma.

Pero un día, me sentía insaciablemente aburrido en el infierno, así que decidí subir a la tierra.  Ansiaba ir a la tierra por alguna razón. 

¿Quién sabe? Quizás podría encontrar algo que me entretuviera, o simplemente sembrar el caos por pura diversión.

Hoy me sentía de buen humor, tal vez podría subir a la tierra y matar algunos exorcistas.

"Voy a salir", le dije a mi lacayo Jogo, quien se sorprendió.

"¿Salir, su majestad? Nunca ha dejado el infierno en milenios. Pero... no sería prudente. ¿Y si se encuentra con un exorcista que no puedas manejar? En la época actual hay muchos exorcistas poderosos."

Sukuna se volvió hacia él, sus ojos reflejaban un aire de diversión oscura. "¿Temes por tu rey, Jogo? Es solo un juego, después de todo. ¿Qué es un poco de caos comparado con la eternidad del aburrimiento?"

"¿Qué le diré a los demás demonios? Si el rey se ausenta...", preguntó Jogo, incapaz de ocultar su nerviosismo.

Sukuna esbozó una sonrisa enigmática. "Diles que he salido a buscar nuevas... inspiraciones." 

《●●●●●●》

En una jornada lluviosa e inesperada, descendí con mi forma humana, algo que no había empleado en milenios. Por supuesto, resultaba incómoda y totalmente inadecuada para mi gusto.

Al subir a la tierra, observé a las personas con gesto aburrido, mis ojos demoníacos contrastando con mi apariencia humana. La lluvia caía suavemente, creando un ambiente melancólico y refrescante a la vez. Podía sentir vívidamente las gotas de lluvia caían con suavidad sobre mi piel humana.

Las expresiones de los transeúntes eran diversas: algunos apurados, otros perdidos en sus pensamientos, y unos pocos compartiendo risas y gestos de complicidad. Sin embargo, ninguno parecía notar mi presencia, como si fuera invisible para ellos. Me sentí ajeno a ese mundo tan mundano y lleno de trivialidades, un observador distante de la humanidad en su cotidianidad.

Mire aburrido a las personas que había en el lugar. Nada interesante. Es más, pasaban a mi lado sin siquiera alabarme como su rey. Tks.

Mis pasos resonaban con un eco de superioridad mientras vagaba sin dirección aparente, desinteresado en el paisaje que se extendía a mi alrededor.

Había un pequeño bosque que se abría ante mí, las ramas de los árboles se inclinaban en una reverencia silenciosa ante mi presencia.

Pero a pocos metros, escuche un llanto apenas audible, era como un molesto zumbido que interrumpió mi tranquilidad.

Y allí lo vi, como si fuera un pequeño gato abandonado.

Un cachorro humano, con su cabello oscuro como la noche y sus ojos azulados oscuros. Sus pupilas se veían dilatadas de tanto llorar, las gotas se filtraban por la manta y la pequeña cuna improvisada. Los humanos adultos abandonan a sus cachorros en la nada.

¿Y nosotros somos los monstruos?

Ja. Los humanos adultos, criaturas inferiores, no eran más que juguetes descartables.

Mire altaneramente a la criatura. Hago caso omiso, siguiendo mi camino. — Este no es mi problema. — murmuré con frialdad e indiferencia.

Pero sin creerlo, la criatura me devuelve la mirada y balbucea palabras inentendibles. Mis pasos se detuvieron en seco, como si un hechizo invisible me hubiera paralizado ante la presencia de este ser.

𝔓𝔯𝔢𝔰𝔞𝔤𝔦𝔬  (𝙎𝙪𝙠𝙪𝙁𝙪𝙨𝙝𝙞- 𝙎𝙪𝙠𝙪𝙢𝙚𝙜𝙪)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora