Me encontraba en el comedor bendiciendo el pan en la mesa. El demonio, sentado frente a él con una sonrisa traviesa en el rostro, no pudo evitar soltar una carcajada.
-¿Crees que tus rezos van a salvarte de mí, pequeño?-, dijo el demonio con una voz seductora y llena de malicia.
Me mantuve impávido, sosteniendo la mirada del demonio. Estaba cómodamente reclinado en la silla del comedor. Jugando con los utensilios sobre la mesa.
-¿Qué es lo que planeas, demonio?-, respondí desafiante. No debía relajarme.
El Demonio chasqueo la lengua y me sonrío burlonamente.
-Necesito un sacerdote ingenuo para tener relaciones carnales. Inicialmente pensé en seducirlo y enamorarlo para ganarme su confianza, pero si ya estás listo... podemos saltearnos esos estúpidos pasos y llegar a la parte... divertida.
Me quedo perplejo.
- ¿Qué? ¿Ustedes los humanos no hablan de sexo?
-No me estás seduciendo, ni enamorando. -, respondí a su comentario frunciendo el ceño. Ignorando su pregunta porque siendo sincero poco y nada sabía del tema.
-Eso lo veremos-, dijo él con una sonrisa de lo más engreída.
Lo miré fijamente y decidí levantarme de la mesa para encararlo, él también hizo lo mismo, solo que parándose perezosamente sobre su lugar. Aún así, me sacaba una cabeza en estatura.
-¿Por qué apareces ahora, demonio?
-Esa razón eres tú, cariño— dijo sarcástico.
¿Qué se suponía que debía responder a eso? Claramente estaba intentando perturbarme. Y lo estaba logrando.
-No puedes hacer esto, demonio. ¡Aléjate de mí! -, dije tratando de sonar lo más firme posible, pero sentí como la voz ya me temblaba.
El demonio rió con más fuerza, mostrando sus afilados colmillos. -Tu resistencia solo hace que te desee más, sacerdote. Eres un reto para mí, y disfruto de cada momento que paso contigo.
Cerré los ojos y comencé a pensar en otras cosas.
Pero el astuto demonio, con un movimiento rápido, se acercó a mi y me susurró en su oído con una voz suave y seductora.
-¿No deseas probar el pecado, sacerdote? ¿No anhelas la pasión prohibida que solo un ser como yo puede ofrecerte?
"Esto no estaba bien, no tengo que dejarme llevar por lo que me susurra."
Pero aún así sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo, detesto que mi cuerpo reaccione ante su presencia.
Mi cuerpo se comportaba raro, como si no reaccionara. Respiré hondo, tratando de encontrar un equilibrio, de regresar al control. Pero esos escalofríos eran persistentes, y me recordaban que, aunque mi mente quisiera huir, había un poder en su presencia que era difícil de resistir.
El demonio se acercó lentamente al sacerdote, sus ojos rojos brillando con deseo.
El sacerdote temblaba, sintiendo la tentación correr por sus venas, parecía hipnotizado.
Un suspiro escapó de los labios del sacerdote mientras abría los ojos y miraba al demonio con deseo ajeno a él.
-Perdóname, Padre, por lo que estoy a punto de hacer.-, murmure antes de dejarme llevar, derrotado. Pues mi cuerpo no me respondía, parece que solo reaccionaba ante él, como una especie de marioneta.
El demonio me sostuvo la barbilla, para luego besarme de manera brusca, apasionada, como si estuviera guardando esto desde hace mucho tiempo.
-Megumi, mi pecado más grande es el desearte.-, dice Sukuna entre gruñidos desesperados.
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𝔓𝔯𝔢𝔰𝔞𝔤𝔦𝔬 (𝙎𝙪𝙠𝙪𝙁𝙪𝙨𝙝𝙞- 𝙎𝙪𝙠𝙪𝙢𝙚𝙜𝙪)
أدب الهواةAnte la inminente guerra entre la oscuridad y la luz, el Sacerdote Fushiguro Megumi se enfrentará a la tentación más grande de todas... El Rey de los Demonios. «Así que en su afán de controlar cada detalle, se olvidó de lo sagrado en la imperfecció...