Como lo arreglé y mi competencia

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A la mañana siguiente le dije a mi abuela sobre mudarme.

Ella se negó, pero le dije que buscaría posibles socios en Santa Mónica, me lo prohibió porque me iría a una playa y no teníamos buenos recuerdos.

El problema fue mi hermana también.

Al entrar en una edad tan difícil no podía dejarla sola, pero ella estudiaba y no podía alejarla de su hogar a tan temprana edad y cargarle todo el trabajo a mi hermano y a la abuela.

Así que sentados en la mesa durante la cena puse mi plan.

Les dije algo sobre irme a Santa Mónica pero me vieron con una expresión extraña.

—¿Por qué te irías allá si tienes todo acá? —me preguntó la abuela Smith.

Tragué saliva sin saber que decirle.

Si era honesta podrían entenderlo, pero mi sentido de deber no me dejaba abandonarlos y no era fácil mover una granja.

También, odiaba la playa y no sabía porque había abogado por irme a una con una chica que solo había visto unas cuantas veces en mi vida.
Pero algo en ella me llamaba. Cómo si estuviéramos destinadas a estar juntas, aunque no sabía por qué.

—Me resulta raro que quieras ir —insistió la abuela.

—Sip —confirmó Big Mac. Le lancé una mirada asesina porque no me ayudó en nada.

Apple Bloom tomó palabra después.

—Puedes ir los fines de semana a vender productos en algún mercado o en las calles y así expandir la granja —propuso—. De alguna manera u otra.

Mi corazón se aceleró.

—¡Eso! —abracé a mi herma—. Sabía que tú creatividad me iba a ayudar.

—¿Ayudar a que? —la abuela Smith interrumpió mi entusiasmo.

—A extender el negocio claro.

—Si bueno, solo irás los fines de semana de igual modo.

Tal vez para ir iniciando era bueno. De todos modos no estaba tan extasiada por irme a la playa. Estaba más emocionada por ver a Rainbow. Al fin y al cabo si no me acercaba al agua todo bien, ¿no?

La semana se me hizo eterna y el viernes estuve cocinando todo tipo de productos de manzana para el sábado en la madrugada partir.

Durante la noche no dormí bien y tuve pesadillas sobre el incidente con mis padres en Long Island. Pero cuando me desperté ví la sudadera que Rainbow me había dado hacía años.

Ya no olía a ella, ahora olía a pay de manzana.

El martes que la había visto no pude tantear el total de su altura pero creía que estábamos del mismo tamaño.

El sábado en la madrugada salí al granero por la camioneta que también era un tipo de local andante, me había quedado hasta tarde arreglándolo.

Apple Bloom llegó corriendo ahí y me dió un abrazo largo.

—Te voy a ver hasta el lunes —me dijo.

—Te traeré algo bonito.

Ella me sonrió.

Le revolví el pelo, que ya lo traía despeinado.

—Que te vaya bien, ten mucho cuidado —Bloom le dió unas palmadas a la camioneta y así comencé el viaje a Santa Monica.

✧⁠*⁠。

Llegué al rededor de las nueve de la mañana. Tuve que buscar un lugar para vender pero de toda calle me corrían...

Nuestra Casa en la Playa// APPLEDASHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora