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JUNGKOOK


- Gerry, por aquí.

Esperé, con los brazos cargados con varias bolsas de plástico de la compra, mientras Geraldine Mahony, de ochenta y un años, parpadeaba y miraba con los ojos entrecerrados a una vieja Ram plateada en el estacionamiento del supermercado.

- Yo lo veo.

Se dirigió cojeando hacia una camioneta, con el cárdigan de punto cayéndole de un hombro y las medias arremangadas alrededor de los tobillos.

- Gerry, manejamos tu auto hoy, ¿recuerdas? No podías subir a la camioneta. Está demasiado alta del suelo.

- Además, mi camioneta es negra, no plateada y una Ford, no una Dodge.

No me escuchó y continuó arrastrando los pies por la fila equivocada del estacionamiento, apuntando al Ram.

Me pasé todas las bolsas de plástico a un brazo y corrí tras ella antes de que se metiera en el tráfico. Deteniéndola con un toque en el codo, detuve su impulso hacia adelante. Me miró con los ojos entrecerrados, la nariz arrugada, los ojos como rendijas. Volvía a poner sus lentes en su bolso mientras hacíamos las compras, diciendo que no hacía suficiente sol para usarlos.

No eran gafas de sol.

- Gerry, no trajimos el camión hoy, ¿recuerdas? Vamos. Estamos buscando tu Honda azul. Es por aquí. Volví a colocarle el suéter en el hombro y la animé a meter su brazo en el mío mientras la guiaba en la dirección correcta.

- No tengo ganas de conducir a casa. El tráfico es una mierda en esta ciudad. Todos estos jóvenes conduciendo como locos.

¿Qué tal si tomas el volante?

- Sonreí ante su lenguaje áspero. "Buena idea."

Geraldine no había tenido una licencia de conducir válida en más de diez años, pero no recordaba eso. Su hijo había hablado de vender su auto, pero ella no quería ni oír hablar de ello. No valía la pena discutir con ella.

- Deberías arreglar esa camioneta. Conozco a un joven encantador que podría ayudarte. Su nombre es Jungkook y trabaja en un garaje. Es un semental, pero no le digas a Harold que dije eso.

Contuve una risa. Hacía tiempo que había dejado de corregirla cuando me llamaba Jungkook y o cuando me proponía citas o pensaba que yo era su novio secreto. No podía retener la información de todos modos y era inocente.

- La camioneta no está descompuesta. Es demasiado grande para una dama diminuta como tú.

- Puede que sea pequeña, pero he pateado uno o dos traseros en mis días.

- Tabitha Mercer. Geraldina asintió.

- Esa puta trató de endurecer a mi Harold. La golpeé en el ojo. Sacudió el puño para dar énfasis.

- ¿En qué estaba pensando, jugando con una cosa salvaje como tú?

- Los niños de hoy en día.

Me reí entre dientes y la dirigí en la dirección correcta cuando trató de desviarse de nuevo de su rumbo.

En el auto, coloqué las compras en el suelo cerca del baúl y ayudé a Geraldine a sentarse en el asiento del pasajero, abrochándose el cinturón antes de que insistiera en hacerlo ella misma. Sus habilidades motoras finas podían hacer que la tarea tomara veinte minutos o más, especialmente sin sus anteojos, y yo estaba en un apuro de tiempo ya que la tienda había estado ocupada esta noche.

- Siéntate tranquila y déjame poner las compras en la parte de atrás.

- ¿Compramos más jugo de ciruela?

Con el diablo adentro •KookV•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora