Capitulo 2:

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Acosté a ese peli-negro encima de su escritorio, una vez nos encontrábamos en su oficina. No fue tan complicado traerlo.

— Hay un botiquín en el armario en la parte de arriba — señaló el mismo cual se encontraba en la esquina de la oficina. Asentí, me dirigí hasta ahí, puse mis pies de puntita para poder llegar a tocar la madera, y después de rebuscar. Quedé con el botiquín.

Se sentó sobre la mesa, se quitó la bufanda, su camisa manga larga negra, dejando expuesto todo su torso, lleno de tatuajes y cicatrices.

Me extendió su mano para entregárselo pero antes de hacerlo lo fulminé con la mirada.

— Que es lo que estaba pasando?— pregunté. — Que hay en esos almacenes, de que mercancía hablaban, por qué ese tipo Deivitrich estaba ahí y por qué tú estabas espiando?—

Suspiró de tal manera que los mechones rebeldes de su cara se elevaron, quitándose los pelos de la cara. Sus ojos azules cristalinos me miraban de tal manera que me ponía nerviosa, siempre lo hizo.

— Droga. Droga. Él es el hijo de Giulio Deivetrich, un mafioso tramposo, perro, ladrón. Su hijo se está haciendo cargo del negocio. Estaba espiando porqué sospechaba que habían obtenido la localización de uno de mis almacenes. —

Se bajó del escritorio, haciendo una mueca. Se acercó, mirándome expectante, no retrocedí, tampoco dije nada ni hice nada cuando me arrebató el botiquín de la mano.

¿Cómo que droga? Estuve siendo una cómplice todo este tiempo de tráfico de drogas?

Me van a meter presa.

Pasaré lo que queda de mi vida en prisión.

Me guíe hasta una silla que estaba junto al gran ventanal, me senté, apoyé mi cabeza en ese frío cristal. Mirando las carreteras, luces, casas, locales, autos. Desde las alturas.

— Se lo que estás pensando, y no creas que es así. Esto es una simple empresa que me heredó mi papá antes de morir. No tiene nada que ver con droga. — admitió. Me giré a verlo, se había vendado el lugar de la herida. Por cómo estaba acomodado y lo rápido que lo hizo, supuse que no es la primera vez que lo hieren. — Todo esto es una coartada, quien creería que una empresa tan grande cómo está trataría con drogas?— burló.

— Es gracioso y irónico.— estoy cansada.

Quiero ir a mi casa y llorar.

— Oficialmente eres mi secretaria personal. Al menos que quieras renunciar, pero si lo haces. Te mataré —

Mi cuerpo se estremeció de pies a cabeza.

¿En donde me he metido?

Todo esto es culpa de la estúpida de Ivy. Sino me hubiera llevado a ese bar.. Bueno. No me hubiera enterado que Kaesar me estaba siendo infiel.

¿Hubiera sido lo mejor?

No creo.

— No te delataría, por más molesto que te la hagas — dije levantándome de la silla — Y no me amenaces, eres uno de los peores jefes que he tenido jamás. — solté tajante.

El sonrió, mostrando su perfecta dentadura y ladina sonrisa.

— Te subiré el sueldo.

Arquee las cejas.

— ¿De cuanto estamos hablando?— pregunté sonriendo ansiosa.

No hay mejor trato, recompensa, u pago que el dinero. Todos se mueven por el dinero. Y yo no soy una excepción.

Contrato con cadenasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora