23/2/2023

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Estos dos días te he tenido muy presente. Siento que me miras desde allí donde estés, y a diferencia de antes, me genera cierta incomodidad que no logro explicar. Me recuerda a aquellas veces que al llegar a casa después de todo el día trabajando, sabía que me esperabas con una discusión acechando en la punta de tu lengua. Volver a tu lado era como una dulzura amarga. Igual que sentir tus ojos celestiales clavados en mi nuca durante estas cuarenta y ocho horas, aunque tengo la impresión de que llevas observándome desde antes.

¿He hecho algo que haya despertado tu enfado?

Ya no sé qué creer. Nunca he sido supersticioso, y las historias de fantasmas no están especialmente grabadas en mi córtex como "situaciones potencialmente probables". Por otro lado, desde unas semanas después del incidente, pienso con frecuencia que me gustaría creer en ellas, porque tendría así posibilidades de volver a estar junto a ti. Pensaba que no lo estaba consiguiendo, y ahora me encuentro en esta casa, donde siento que tu sombra sigue cada paso que doy.

Primero tu caricia, en la puerta del piso. Después el olor a bizcocho. No lo logro entender. ¿Es que consigues modificar mi percepción del exterior? ¿Soy yo mismo quien lo hace? No sé si prefiero pensar que es mi propia cabeza la que me está volviendo loco, a imaginar que tú podrías sentir tanto rencor hacia mí como para confundirme de tal manera.

He intentado colgar los cuadros esta mañana de nuevo, pero el de nuestra boda no para de caer, una y otra vez. Al final he desistido, y lo he puesto en la mesita de noche que acompaña el lado de la cama que, por una ley no escrita, ha sido mío desde el primer día que dormimos aquí. Parece que de momento aguanta. Ni tu fotografía en primer plano ni la mía han vuelto a caer, aunque no puedo evitar pensar que tal vez sería mejor así, porque no puedo quitarme de encima la sensación de que cada vez que la miro, tu rostro se ve más triste, aunque evidentemente, la expresión en él no ha cambiado.


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