24/2/2023

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Llevo todo el día desconcertado, y ya no se ni lo que escribo. No logro distinguir lo real de lo que no lo es. No logro entender lo que siento. No me puedo deshacer de la sensación de que he hecho algo malo. Ya la tenía presente, la temida CULPA, desde hace meses, pero nunca de una forma tan intensa, ni como si me la impusieran desde el exterior. Es como si alguien me señalara con el dedo.

Supongo que tiene que ver con lo que he encontrado hoy, en el armario. ¿Desde cuándo tenías un diario? No sé por qué pregunto. Desde dos años antes del accidente. La fecha era del 15/01/2019). <<Hoy he despertado en una pesadilla...>> Así empezaba la primera entrada en la libreta. <<...no sé a quién contarle cómo me siento, así que supongo que se lo contaré al papel>>. Me tenías a mí, pero claro... <<Siento como me levanto cada día al lado de un extraño>>. ¿No era suficiente para ti? Después de tantos años casados, de tenerte entre mis brazos cada noche, no te sentías arropada por mi amor. Y no tuviste el valor de decírmelo.

He dejado de leer después de esa última línea, incapaz de seguir distorsionando todos los recuerdos que quedaban guardados en mi hipocampo de nuestra vida juntos. He salido disparado hacia la puerta, y sin chaqueta, en el chándal raído y con manchas de aceite que uso para estar por casa y limpiar, he saltado los escalones de dos en dos, hasta salir a la calle.

Ha sido irónico lo soleado que se encontraba el día, totalmente desacorde con la tormenta que amenazaba con estallar en mi sien. Estaba cegado por el odio, el miedo, el asco y todo tipo de emociones de lo más desagradables. He pasado una hora caminando sin rumbo, sin poder centrar la cabeza en nada en particular. Dando vueltas a los últimos meses de nuestra relación.

Tú, saliendo del baño con un pañuelo en la mano. No seas tonto, no he llorado, estoy resfriada.

Tú, llevando manga larga incluso en verano. Estoy muy friolera últimamente. ¿Qué intentabas ocultar?

Tus labios separándose demasiado rápido de los míos. Ay, estoy ocupada.

Las pastillas que compraste. Me duele la cabeza últimamente. El médico me las ha recetado. ¿Seguro que eran para eso? Confié en ti.

Cómo dejaste de maquillarte.

Cómo tus vestidos de flores y de colores quedaron en el armario. Me siento mayor, demasiado como para parecer un arcoíris.

Cómo dejaste de hacerte recogidos, y permitías que tu pelo cubriera parte de tu rostro.

Mi cabeza estaba en un bucle del que no lograba salir. Sentía el cerebro a punto de estallar. Era incluso doloroso. He seguido caminando y caminando, intentando centrarme en sentir la tierra bajo mis pasos. He respirado y respirado, siguiendo a rajatabla las técnicas de relajación que Ana insistió en enseñarme, y tal como predije, no han servido de nada en un momento de crisis real. Cuando al fin he tenido que parar, porque me costaba mantener la respiración y el ritmo de mi andar acelerado al mismo tiempo, me he encontrado en mitad del bosque de abetos que hay en la otra punta del pueblo. Las ramas, cubiertas por blanca nieve, bailaban levemente, como saludándome. Allí, en medio de la nada, he gritado dejando ir todo el aire de mis pulmones, hasta que las piernas me han fallado, y me he dejado caer de rodillas en el suelo.

Nada más atravesar la puerta de entrada de nuevo, un estruendo me ha hecho dirigirme a la habitación, para encontrarme con un mar de cajas caídas bajo mis pies, algunas de ellas abiertas tras el impacto, dejando desparramado su contenido por todo el suelo. El armario estaba intacto, y cuando lo he ido a cerrar, con el objetivo de dejarme más espacio para recoger el estropicio, me ha parecido ver una silueta tras una de las puertas del mueble. Ha sido una milésima de segundo. Tal vez en otras circunstancias mi mente lo habría obviado, catalogándolo como "no relevante", permitiendo que se perdiera entre los surcos y giros de mi encéfalo. Pero hoy no lo ha hecho.

No entiendo por qué estás enfadada, si por destapar tus intimidades, buscando una respuesta que ME MEREZCO, o por dejar mi lectura a medias, impidiendo que desnudaras por completo tu alma, que yo ya creía conocer. Dios, hasta desde la tumba eres una experta en el "¿qué te pasa?- No sé, dímelo tú". Sea como sea, me incomoda dormir esta noche en nuestra cama. No creo que pueda pegar ojo. He cogido mi cojín, y el edredón, y me he tumbado en el sofá, donde estoy escribiendo esto, con un vaso de vodka en la mano. Espero que el alcohol me ayude a evadirme y descansar.


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