Capítulo 2

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Nunca le pregunté a madre porque Enid se quedó con nosotros un mes y porque sólo Murray era el único en venir a verla, pero durante un mes esa bola rubia con cachetes regordetes estuvo detrás de mí junto a Pericles; a dónde yo fuera ellos dos iban y era Enid la única que se atrevía a colgarse de mi pierna cuando intentaba alejarla de mi.

-Ya Enid, necesito ir al baño-la mire fulminante

-Ño Merli, te vas-dijo torpemente, pues tenía solo tres años y a pesar de ya saber hablar no lo hacía muy bien

-No me iré, necesito ir y si no me sueltas juro que te arrojare al estanque de pirañas-al decir eso la niña se asustó soltando su agarre de mi pierna y corriendo detrás de Pericles, pobre, ella no sabía que ese inepto de hermano que tenía soportaba mis torturas.

-Merlina deja de asustar a la niña, no ves que tenemos que distraerla-dijo madre molesta

-¿Por qué tenemos que distraerla? Acaso Murray y Esther se fueron de luna de miel y tenemos que lidiar con su engendro-dije mordaz, note como el semblante de mamá se entristecía.

-Esther no está en su mejor momento-alcé una ceja esperando más información

-¿No ibas al baño?-devolvió para librarse del tema

-Cierto, ya me cago.

Si hay algo que odio de una persona débil es que llore y no es como que me importe consolar a alguien quien llora, mejor dicho disfruto de ese hecho; pero ver a Murray Sinclair llorar escondido en el jardín era demasiado, aunque me justificaba diciendo que fue mi curiosidad de saber que pasaba la que me llevo acercarme al hombre.

-Deberías controlarte, te ves patético llorando-el hombre se sobresaltó y limpiando sus lágrimas me miró

-Merlina, me has asustado-su voz salió rota y algo ahogada-¿Qué haces aquí?

-Yo buscaba ardillas para disecar hasta que tú interrumpirte mi búsqueda con esa escena llorona. ¿Por qué lloras?

-No es nada, solo necesitaba un momento-mentía, por cómo bajó su cabeza evitando mi mirada

-Exijo una mejor explicación a esa-demande cruzándome de brazos

-Es Esther-lo mire perspicaz esperando una explicación-Ella sufre de una rara enfermedad Merlina y por lo tanto no puede tener hijos, Enid fue un milagro y al parecer el único, acaba de perder al bebé que esperaba.

-¿Es por ello que cuidamos al engendro regordete?-Murray soltó una risita ahogada

-Al parecer te está volviendo loca-dijo

-Bah, la arroje al estanque de las pirañas-el hombre me miró horrorizado

-Espero estés bromeando-me encogí de hombros-Merlina

-¿Si?-lo mire directamente a los ojos pues el timbre de su voz demostraba algo de tristeza así que diría algo totalmente honesto

-Si un día te pidiera cuidar a Enid ¿Lo harías?

Esa petición me tomó por sorpresa, pero la supe ocultar, ver a un Murray Sinclair hacer esa petición con ojos sinceros removió algo en mi frío corazón.

-Murray yo...

-Por favor Merlina, prométemelo.

-Murray, no necesitas hacerme prometer eso. Cuidare y protegeré a Enid con mi vida, viviría por ella, mataría y condenaría mi alma al mismísimo señor de las tinieblas si ello garantiza su bien-algo dentro de mi hablo y se sintió liberador

-Gracias Merlina, necesitaba escucharlo-asentí a lo dicho por el hombre.

Entonces nunca lo entendí, Enid paso ese tiempo con nosotros y cuando sus padres por fin vinieron por ella fue Murray él que la cargó, él único en tomarla y mirarla, note la mirada diferente de Esther hacia su hija, pero no dije nada, esa mujer no estaba tan loca como para hacerle daño a su hija ¿O si? Y si así era se las vería conmigo si lastimaba a mi lobita.

Unos años después...

Décimo cumpleaños de Pericles.

Vaya que al patético de mi hermano menor siempre le gusto celebrar su cumpleaños, solo que en esta ocasión pidió algo pequeño, porque le rogó a mi padre que le regalara una mascota; un can, un pulgoso que se encargó de acabar con todos mis zapatos. Repudiaba la idea de todos los amigos de mi hermano corriendo por el castillo, madre decía que era porque yo ya era una adolescente de quince años y tenía otros intereses.

En cuanto Pericles recibió su regalo y todos se emocionaron empezando a jugar con el perro, decidí marcharme a mi habitación, tenía más de una hora tratando de leer un libro. Digo que tratando, porque una molestia en mi pecho no me dejaba en paz, si se trataba de un infarto estaba siendo muy desafortunada, no era como esperaba mi muerte.

Trate de volver a mi lectura, cuando escucho una suave risa, si así iniciaba la locura; que mal inicio.

No se que paso, solo se que ya me encontraba caminando por los pasillos del castillo hasta llegar a un punto; hasta esa maldita ventana, la que quedaba frente al jardín prohibido. Al mirar no fue sorpresa que la persona que encontré tras ella fuera a Enid, en los últimos años esto siempre pasaba, cada que Enid venía a jugar con Pericles terminaba en la entrada al jardín del árbol de la muerte. La niña rubia volteo sintiéndose observada, sentí como el aire se atoraba en mi garganta al mirar sus ojos, los cuales brillaban de una forma irreal, no pude evitar contener la sonrisa que nació de mí antes de marcharme; con el corazón completamente agitado.

¿Por qué me pasaba esto contigo Enid?

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