2. Una maleta, una decisión

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—Ya hablé con Jessica. Andrea y Carlotta te esperaran en el aeropuerto —dijo mi mamá aún en su bata de dormir.

—¿Crees que esté haciendo lo correcto? Básicamente estoy huyendo —le pregunté mientras jugaba con mis dedos.

—No estás huyendo, mi vida, simplemente creo que es una solución diferente. Me duele porque si por mi fuera nunca te dejaría irte de mi lado, pero la verdad sé que es algo que necesitas. Despejar tu mente de este lugar que solo te recuerda lo estancado que estás, es lo mejor. —Me abrazó—. Olvídate de todos esos chicos que te rompieron el corazón y sigue adelante como el guerreo que eres. —Me vio con cara de orgullo.

—Gracias mamá, gracias por siempre creer en mí. En unos meses cumpliré veinte.

—Eres muy joven aún, Eduardo. No todas las personas resuelven su vida a los veinte, ¿crees que tus abuelos consiguieron todo a los veinte? No, tú papá y yo tampoco, porque al igual que tú queríamos triunfar por nuestra propia cuenta.

—Tienes razón. Te voy a extrañar, y a tus palabras sabías. —Le di un gran abrazo.

—Yo a ti más, extrañaré que me molestes a cada rato —se burló—. Es broma, te amo. Por favor, ten mucho cuidado. —Un par de lágrimas salieron—. Ya vete que se te hace tarde.

Me fui al aeropuerto aun pensando que tal vez no era lo mejor y que debía buscar una mejor solución. Tenía diecinueve y aún no sabía que iba a estudiar, quería ser alguien en la vida y no convertirme en lo que la gente decía de mí.

Entregué mi maleta, el ticket y me subí al avión. Me puse mis audífonos y saqué mi iPad para ver las noticias del día y lo primero que me salía eran problemas con la vida marina, era horrible como los humanos destruían todo en la tierra.

Decidí apagarla y escuchar solo música mientras el avión volaba.

Iba escuchando una canción que me gustaba mucho y por la cual mis viejos amigos me llamaban anciano, la cual era Crazy Love de Van Morrison. No solo escuchaba eso, claro. Me gustaba mucho la música suave, esas que te hacen sentir frescura, es raro de explicar.

Si te soy sincero, me emocionaba llegar a Italia ya que tenía mucho tiempo sin ir, la ultima vez fue cuando tenía cinco años, era demasiado tiempo, aunque aún tenía recuerdos de la playa y las estructuras de las villas, casas encimadas unas de otras, era hermoso pasearse por las calles de Posto.

Luego de un viaje largo, llegué a Roma donde me encontraría con mis primas. Me dormí la mayor parte del vuelo así que no sentí tanto el tiempo. Luego de recoger mis cosas pude ver a dos chicas dormidas en unas bancas, y con solo verlas una vez supe que eran ellas.

Nuestra relación era muy linda porque todas las semanas hablábamos para contarnos cosas y pedir opiniones de nuestro día a día, eran mis mejores amigas también.

Me acerqué y las moví para que se despertaran.

—Hello. —Moví mis brazos—. Su persona favorita acaba de llegar y está en sus caras.

—¿iSebastian Stan!? ¿Dónde? —preguntó Carlotta de forma irónica. Luego se rio y se lanzó contra mí—. Por fin llegaste feo.

—¿Por qué tardaste tanto en bajar? Casi que te dejamos aquí —bromeó Andrea—. Tanto tiempo sin verte en persona, ya no era suficiente con una cámara. Ahora sí sabrás de comida y fiesta.

—¿De qué hablas? Nada le gana a la comida mexicana —la abracé y le di un beso en la mejilla.

—Creo que le hizo mal el viaje —le dijo Andrea a Carlotta y se notaba que su español no era su lengua materna, aunque lo hablaba bien.

El Verano De Los SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora