10. El toque de mis manos

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Niccolo

—La subiré a Instagram, que por cierto sígueme —le dije después de tomarnos la foto.

Me estaba quedando sin ideas para que Jacky me volviera a ver como lo hizo cuando nos conocimos. Me aferraba a algo que tal vez ya ni existía. Eduardo y yo nos seguimos en Instagram y continuamos hablando de lo bello que era todo en ese momento.

—Los demás seguro nos están buscando —dijo con una sonrisa, era como si pudiera ver que le gustaba todo lo que estaba pasando en ese instante.

—No lo sé. Probablemente. ¿Por qué nos importa? —Choqué de forma leve e intencional contra su cuerpo dejándome sentir la ligera humedad en ella.

—Porque vivo con ellas. Tampoco me puedo alejar por mucho tiempo sin dar explicaciones.

—Ya eres un adulto. Puedes tomar libertadas.

—¿Vives solo?

Asentí.

—Exacto, no tienes porque dar explicaciones ni nada. En cambio yo estoy en la casa de mis tíos, no puedo irme y ya, les preocupa. Como sea mejor sigamos apreciando el lugar. —Hizo una media sonrisa y volteó al lado contrario para ver cómo el sol comenzaba a esconderse.

...

El atardecer ya había acabado y la noche ya casi estaba por llegar. Iba caminando de regreso a mi casa por las calles empedradas de Posto y las villas a mi izquierda de colores amarillos, rosas y otros más.

Metí la llave en el cerrojo y entré. Lo primero que hice, como siempre, fue ir a ver a mi hermoso Pez. Me fijé si el dispensador de comida estaba funcionando. Luego me di un baño y terminé haciéndome un café, tomé un cornetto para acompañar. Me senté en el sillón y encendí el televisor.

Al terminar mi pequeña cena recibí una llamada de Jacky que no dude en responder. Estaba nervioso si soy sincero. Había una pequeña parte de mí que creí que no iba a obtener resultados con la foto. Más que todo estaba feliz por recibir su llamada y escuchar un reclamo.

—Hola. ¿Cómo estás? —dijo en italiano.

—Hola, princesa. Yo estoy bien ¿Y tú?

—Me alegra, bien también. Un poco estresada, pero nada fuera de lo normal.

—¿Y eso por qué? —No me gustaba escucharla mal.

—Lo mismo de siempre... Mañana debes venir, hay cena con gente importante y mis papás quieren que estés presente. Pasa una linda noche, no faltes por favor —dijo de forma un poco seca al final.

Ni si quiera le importó lo de la foto.

No supe qué pensar, era como si todo lo que hiciera o tratara no le importara para nada. Cada día que pasaba la sentía demasiado lejos, fuera de mis brazos donde siempre estuve feliz de tenerla.

—No te preocupes, ahí... —Cortó—. Estaré.

Sentía como el corazón se me partía en mil pedazos, no sabía si seguir o dejarlo todo, antes de que se pusiera peor. Mi mente trataba de no ver las cosas malas de esa situación, era como si no existieran.

El Verano De Los SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora