9. Siempre, siempre, habrá señales

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Eduardo

Me desperté e hice mi rutina de todas las mañanas. Aunque sabía que algo importante se me estaba olvidando. Me cepillé los dientes y me vi al espejo tratando de recordar eso importante que estaba olvidando.

Luego recordé. Tenía que ir a la casa de Marco. No podía explicar lo que sentía porque era algo raro. Creo que estaba en algún punto neutro. Tal vez solo estaba cansado de esperar algo bueno siempre.

Era el tipo de chico que idealizaba a otras personas, cuando realmente eran diferentes a lo que imaginaba. Tremendas decepciones eran las que me llevaba siempre. Veía una cara bonita y creí que era la mejor persona del mundo.

Me pasaba casi siempre. Por eso tal vez trataba de mantener mis sentimientos en el miedo, buscando solo diversión, que aunque el fondo quería todo lo opuesto.

Estaba creando una mentira que ni yo podía creer. Marco llegó a recogerme en su auto, era deportivo, no me fijé que marca era porque me metí de forma rápida, además no sabía nada de autos. Era raro porque mi papá sí, le encantaban.

Al vernos él me saludó con un abrazo y un beso en la mejilla. A lo que yo también hice lo mismo. Me abrió la puerta y entré. Era muy cómodo, se veía que le gustaban mucho porque lo tenía muy bien cuidado. Se subió y me sonrió.

—¿Estás listo? —Se colocó unos lentes de sol.

—Claro. —Sonreí con intriga y no tanto con emoción.

—Vamos.

Mientras íbamos de camino puso música de Drake y uno que otro rapero más. No me incomodaba, pero tampoco me llamaban la atención. Me daba igual, ya que mientras el manejaba yo iba viendo por la ventana.

Desde la carretera se podía apreciar el hermoso mar, sus olas pequeñas moviéndose, y una que otra ave sobrevolándolo.

—¿Quieres poner algo? —preguntó mientras me veía—. Te veo, distraído.

—No, no te preocupes. —Toqué su brazo.

—¿Seguro?

—Sí, seguro.

—Bueno, no te preocupes que pronto llegamos. —Me tomó de la barbilla.

No me moví. Pero me percaté de que podría ser incómodo. Tuve que fingir una sonrisa. Él al ver mi reacción también sonrió como si había ganado algo.

Luego de varios largos minutos en mi mente, pudimos llegar. Su casa era grande y moderna, muy linda y retirada de las demás en Posto.

—Ponte cómodo. Ya regreso, voy a mi habitación, ¿o quieres subir conmigo? —dijo de forma segura mientras se acomodaba el cabello.

—No, te espero aquí. —Trate de sonar lo más amable posible para no hacerlo sentir mal.

—Está bien, la cocina está a la izquierda, toma lo que quieras o espérame si te da pena también. —Tenía ganas de reírse.

—No me da pena. —Lo vi a los ojos, también quería reírme.

Me guiñó un ojo y se fue. Exploré un poco la casa, fui a la cocina, al patio trasero y al del frente en el cual tenían una piscina junto con una pequeña cascada artificial en ella.

Supuse que su familia había salido porque no había nadie, o era un asesino y yo solo era una más de sus presas. Sí, muchas películas de asesinatos había visto.

Volví a la cocina y abrí el refrigerador. Habían varios tipos de bebidas, no me decidía así que me fui por lo más básico, un refresco de cola. Estaba tan enfocado buscando que beber.

El Verano De Los SueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora