—Con que si eras el sobrino de Francesco. —Sonrió, como un maldito chico guapo, odiaba admitirlo.
El pesado del mostrador había llegado a la casa.
—¿Qué quieres? No hacemos caridad. —Hice el gesto de cerrar la puerta, pero me detuvo.
—Estaba buscando a Francesco.
—No está.
—¿Jessica? —Tampoco.
Y cuando menos lo vi venir, Jessica estaba detrás de mí. Había colocado su mano en mi hombro y recibió a ese chico con una gran sonrisa.
—¡Nicco! ¿Qué haces aquí? —Preguntó con alegría.
Con que Nicco.
—Estaba buscando al señor Francesco o a usted, para hablar sobre el trabajo. —Sonrió mientras se rascaba la cabeza.
—¿Sobre el trabajo? No, ya te dimos las vacaciones, ¿por qué insistir más?
—No. —Se rio—. Es que quería ver si mientras yo no estaba, le daban mi puesto a mi amigo, a Bruno.
—Oh, Bruno. Déjame decirle a Francesco, ya sabes muchos van a querer tu puesto y te entiendo, entiendo que quieres que le cedamos el puesto a tu amigo, déjame ver qué puedo hacer, pero desde ahorita te voy diciendo que probablemente no pase porque otra chica también necesita el puesto.
—Entiendo. Bueno, yo solo venía a eso.
—Está bien, es muy lindo de tu parte preocuparte por él. Si se queda con el puesto lo sabrás por él.
—Me parece bien. Gracias por su tiempo, nos vemos. —Se metió las manos al pantalón.
—Cuídate. —Sonrió Jessica.
...
Íbamos por la calle empedrada la cual se veía hermosa por las decoraciones de las casas y los locales, plantas, flores, todos los muebles y letreros eran de madera.
El aroma era muy delicioso, se sentía el olor a pan y comidas extravagantes mientras pasábamos por ahí. En esa misma calle se encontraba un señor tocando la guitarra sentado en un banco, cantaba hermoso. Tenía la funda de su guitarra abierta para que le dejaran dinero, las chicas y yo no dudamos en hacerlo.
Una gran sonrisa se formó en su rostro. Nos guiñó un ojo para no detenerse yo hice un gesto indicando que lo estaba haciendo muy bien.
Seguimos caminando hasta que llegamos a la tienda de cerámica. Había un montón de piezas de diferentes tipos y colores. Tazas, porta vasos, otras cosas más y también cositas de madera.
La señora de la tienda nos atendió de forma muy amable, mostrándonos varias piezas, contándonos sobre cómo las habían hecho y su precio.
Yo tomé una taza grande de color blanco y algunos detalles en azul, me había parecido linda por su gran tamaño y porque era vicioso al café, perfecto para mí. Compré otra, pero con detalles rosas para mi mamá porque era su color favorito. Y a mi papá también le compré una.
La señora nos estuvo contando la historia de la tienda, sobre cómo su familia había logrado todo lo que tenían gracias a esa tienda.
Luego de comprar varias piezas nos fuimos a la florería. Olía tan bien y la decoración era lo mejor. Habían plantas de enredaderas en todos lados y algunas tenían flores. El hombre que se encontraba ahí estaba envolviendo varios ramos mientras nos atendía.
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El Verano De Los Sueños
RomanceEduardo Montalvo un chico mexicano que viene de una familia con poder, optó por un año sabático más largo de lo normal. En una plática con su madre, deciden que un viaje a Posto, Italia es lo mejor para que se relaje de las presiones y encuentre su...