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Kaetelia un reino donde la paz predominaba y la pobreza escaseaba pues sus reyes eran justos y se preocupan por su pueblo.
El príncipe heredero Katsuki y su hermana la princesa Kyoko también eran reconocidos por sus buenas atribuci...
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Pasaron 5 años desde la guerra, y aunque el reino sufrió algunas bajas este comenzó a fortalecerse, claro que recordando a los caídos como héroes, lo reyes comenzaron a ser caracterizados por ser cariñosos y justos con su pueblo, si había alguna injusticia por parte de nobles ellos no lo pasaban por alto, Kaetelia era un reino que no importa el estatus debían respeta las leyes.
Pero quien había cambiado en esos años fue la reina, después del nacimiento del príncipe se aumentó la seguridad del castillo y el pequeño iba acompañado de un guardia de confianza o de la guardia de la reina la mayor parte del tiempo por Suni.
Katsuki era una copia de su madre, todos en el castillos lo adoraban sus ojitos siempre brillaban con curiosidad y con ganas de tener aventuras, el pequeño príncipe era serio cuando recién conocía a la gente incluso Luna en broma dijo que tenía un el don de juzgar a las personas, por eso Mitsuki al ver que su hijo se escondía de Ameli decidió que ella ya no se acercara a ellos y aunque Masaru creía que era un poco exagerado la escucho, la maga solo se dedicaba a la torre de magia.
Conforme pasaban los días el antiguo maestro de la torre noto que la magia de su antes aprendiz estaba muy inestable, algo andaba mal con ella, lo presentía, y confirmó sus sospechas una tarde cuando la chica furiosa comenzó a lanzar cosas al no se efectivo uno de sus hechizos, marcas comenzaron a adornar su frente y debajo de sus ojos, el maestro que la espiaba no tuvo dudas ella estaba usando magia negra.
— Debo deshacerme de ella – murmuró la joven – debo de matar a la reina, así el Masaru me amara — comenzó a reír el mago soltó un graznido conmocionado e impactado pero fue muy descuidado al hacerlo ya que la chica giró hacia la ventana y ahí se encontraba un pequeño petirrojo, la mujer sonrió al reconocer el hechizo de transformación de su maestro, el intento huir pero fue tarde Ameli lo atrajo con una especie de látigo — Vaya, vaya pero que tenemos aquí, una linda ave entrometida — apretó más el agarre y el ave comenzó a moverse rápidamente para poder escapar — oh casi me da pena, pero me temo que no puedo dejar ir maestro, escuchó demasiado, pero no se preocupe no lo matare — con un movimiento de manos hizo que unas ramas que daban a su ventana se expandieran y comenzó a formar una jaula en donde una vez terminada arrojó al ave — se quedará aquí, y no se preocupe yo le informare a su majestad que disculpe su ausencia pero tuvo que ir a un viaje de investigación — se inclino haciendo una reverencia y salió de la habitacion sonriendo, ¿Quien desconfiaria de ella despues de todo?
El anciano intentó convertirse de nuevo en humano pero no daba resultado, cada que lo intentaba la jaula se iluminaba como repeliendo su hechizo, suspiro debía de encontrar otra manera de salir de ahí y advertir a los reyes..
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Ameli caminaba tranquila por los pasillos del castillo, iba a ver a Masaru, eso la ponía de buen humor, por lo que tarareaba una canción hasta que unas voces conocidas la hicieron callar abruptamente y esconderse en uno de los pilares para escuchar mejor.
