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Los días lluviosos sin duda son más tranquilos que uno soleado. Empezando porque si hay lluvia, los turistas no se ven tan interesados en andar por las ajetreadas calles de Seoúl. Cuando llovía podía ponerse ropa más abrigada y no se sentía asfixiado o incómodo por el sudor que se hacía presente en ciertas partes de su cuerpo. Honestamente él ama los días así, pero con el tiempo dejó de lado esa discusión, junto con otras, guardándose sus preferencias e ignorando el hecho de que cuando estaba soleado debía soportar a más gente y el calor en un mismo día.

Esta mañana llovía y, aunque no esbozó ni una sola sonrisa, él sabía lo satisfecho que se sentía con el clima. Lamentablemente, camino al trabajo, el cielo detuvo su gotera y comenzó a despejarse velozmente, dándole así el sol justo en sus lentes, haciéndole entrecerrar sus ojos y suspirar bajo. No escuchaba mucho lo que su secretaria le decía, ya que el había leído su agenda antes de salir de casa y sabía perfectamente lo que le esperaba hoy. Se encerró en su oficina con una tranquila seriedad y decidió que era momento de empezar con su rutina.

El día anterior había asociado su empresa con la de un viejo amigo de la familia, el tipo no le caía mal y siempre lo trató con cierto cariño. Ahora tenía que poner manos a la obra en los productos nuevos que sacarían y como hará para que ambas funcionen como debe ser. Desde que asumió por completo a su herencia hace dos años, no ha dejado de trabajar sin parar; después de todo no tiene ningún otro interés en su vida más que su trabajo. Y sí, para ello tuvo que contraer matrimonio, con una mujer.

La chica era de una familia casi tan adinerada como la suya, con clase y modales, totalmente refinada. Pero su relación no fue más que cenar juntos un par de veces a la semana e ir a trabajar en el mismo vehículo. Ella era una modelo reconocida, admite que es una de las mujeres más bellas que ha conocido y que es un honor ser su esposo. Lamentablemente nunca pudo sentirse atraído por ella y entiende totalmente que haya sido de igual forma para la modelo. Hace un par de meses llegó a su mansión, desde París, la propuesta que estuvo esperando toda su carrera y decidió marcharse, prometiendo volver en invierno. Él la apoyó y prometió hacerse cargo de cualquier inquietud que sus familias tengan, así que debía cumplir su sueño. No miente, en poco tiempo formaron una tierna amistad.

La puerta de su oficina fue golpeada y con un suspiro dio permiso para pasar a la persona que esta a detrás del cristal. Y sí, era su nuevo socio, viéndose amigable y tan... vivo, como siempre, a pesar de ser algo mayor.

-¡Buenos días, hijo! ¿Que tal todo?. - El hombre se adentró a la oficina con dos cafés y un maletín, haciéndole entender que ya eran al rededor de las once de la mañana, horario en que habían acordado verse. Se puso de pie tratando de formular una sonrisa, pero hacía mucho que no sonreía sinceramente, menos en su trabajo.

-Todo excelente, señor Choi, gracias por su puntualidad.- Estrecharon sus manos y se sentaron a hablar seriamente de sus proyectos a futuro, pasándose así dos semanas, en su oficina, a la misma hora, hablando del mismo asunto.

Mark se había tomado casi un mes para recuperar dos de sus costillas rotas, así que él tenía que encargarse de un par de cosas extra antes de volver a casa, y así lo hizo, tratando de no pensar demasiado en lo lamentable que era vivir así, encerrado en una rutina que él mismo se había impuesto en el intento de olvidar sus emociones. Pero de todas formas no se queja de cubrir a Mark, haría cualquier cosa por él. De hecho, por eso accedió a casarse él lo antes posible luego de aquel horrible año que lo cambió por completo; originalmente el matrimonio estaba arreglado para su primo, pero él vio sus ojos y supo que jamás se perdonaría el no haber intervenido por él. Su relación amorosa a penas estaba construyéndose y sabía lo mucho que le hacía ilusión.

Así que interrumpió las lágrimas de su primo que luchaba por oprimir y las palabras de su abuelo y tío, dando sus razones por las cuales él debía casarse primero. La boda fue un martirio y los sentimientos, que constantemente le jugaban malas pasadas, hicieron que desarrollara nuevamente esta desinteresada personalidad. Por alguna extraña razón su tío se acercó como nunca a él estos últimos años y hasta hacía arreglos para jugar golf juntos. No le desagradaba aquello, hasta se había acostumbrado un poco.

Injun!!!  ·NoRen· Donde viven las historias. Descúbrelo ahora