diez

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Lunes de gala y despedidas. Esta vez el desafortunado había sido Alex como él bien había dicho. Su marcha había sorprendido a algunos y había dejado una gran melancolía a muchos otros. Tras llegar a la academia Naiara y Lucas se buscaron desesperados y se fundieron en un fuerte abrazo. Ninguno de los dos había salido nominado lo que provocó una gran tranquilidad a ambos.

—Nos ganamos dos semanitas más, loqui. —dijo el uruguayo entusiasmado, apretándola más a su cuerpo.

—Menos mal... Esto cada vez se está poniendo más difícil. Además, sin Alex ya no va a ser igual. 

—Hermanito ya te estamos extrañando. —dijo Lucas mirando directamente a la cámara que tenían enfrente. 

—Te queremos mucho, Alex. —lo imitó ella lanzando un beso a la cámara. 

—Necesito una ducha ¿venís? —preguntó él, intencionado. 

—Dame un par de minutos para que pique algo de comer y voy para allí. —respondió ella.

—Allá te espero.

Compartieron una ducha íntima. Más allá de satisfacer sus deseos sexuales, se dedicaron también a acariciarse y apreciar aquel momento que quizás para muchos era uno cualquiera pero, para ellos era el único que tenían para demostrarse aquello que no podían hacer en público. 

Una vez listos fueron a la habitación, que estaba prácticamente vacía y se acostaron en la cama de Naiara, como venían haciendo desde la última semana. Se encontraban uno frente al otro, con sus cuerpos totalmente unidos. Lucas escondió su mano en la cabeza de ella, masajeándola lentamente. La morena le había confesado que aquello era algo que su madre había acostumbrado a hacer cuando ella era pequeña para ayudarle a dormir con más facilidad. Él la miraba totalmente maravillado por su belleza, se fijaba en todos los detalles de su rostro incluso en aquellas pecas casi imperceptibles que tenía repartidas por la cara.

—Lucas. —susurró Naiara adormilada. 

—¿Si?

—Tengo que decirte algo. 

—Decime, te escucho.

—Te qui... —sus ojos se cerraron antes de que pudiera terminar la frase. 

A Lucas se le aceleró el corazón y se le acomodó un nudo en la garganta pensando en que era lo que tenía que decirle. Podía suponerlo pero no quería pensarlo demasiado, quizás se estaba equivocando y no quería meter la pata ahora que estaban tan bien juntos. Así que aislando todos sus pensamientos, se acurrucó sobre su cuerpo y abrazándola, se durmió sintiendo una calma indescriptible.

Al día siguiente, Naiara pintaba concentrada uno de los mándalas que les habían dado para matar el tiempo. De pronto alguien se puso a su lado observándola desde arriba, solo le hizo falta oler su particular aroma para saber quién era. 

—¿Qué hacés? —preguntó el uruguayo. 

—Pues acabo de descubrir que pintar esto me relaja un montón. —respondió siguiéndolo con la mirada mientras él se sentaba frente a ella. 

—Ya veo ¿te importá si me quedo acá con vos? —ella negó con la cabeza.

Toda su concentración se esfumó cuando el uruguayo clavó su mirada en ella, la manera que tenía de observarla le hacía estremecer. De repente sintió como algo diminuto impactaba en su cara, sobresaltándola. Levantó la mirada hacia él, quién reprimía una sonrisa traviesa haciéndola saber que había sido el culpable. Ella lo miró desafiante y arrancó un trocito de papel que arrugó entre sus manos para después lanzárselo directamente a la cara. Lucas se levantó travieso y se encaminó hacia ella, quién consciente de su propósito se levantó de la silla lo antes posible y comenzó a correr alejándose de él.

Una vida para amar || LunaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora