" Festival. "

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Suguru no era un muchcho muy divertido, eso lo sabía muy bien, tampoco era fácil hacerlo reír. Se consideraba... Aburrido. Y aseguraba serlo, en reiteradas ocasiones le hacían saber este dato. Desde su adolescencia hasta su ahora adultez. Lo sabía muy bien. Sin embargo, le seguía molestando que personas que no lo conocían, le llamaran aburrido, es decir, ¿Qué derecho tenían?, él podía, porque se conocía, pero ajenos a él, no podían hacerlo.

Esto le recordaba el porqué nunca había tenido un mejor amigo como un muchachito normal en su adolescencia. No era por nada, pero la mayoría de aquellos chicos en su niñez y parte de su adolescencia, eran unos inquietos por no decir más, siempre queriendo desobedecer, siempre queriendo jugar a ser adultos. Eran crueles, a pesar de saber qué era la crueldad.

Quisieron llevarlo al bosque, a jugar, según ellos, a demostrar quién era el más valiente de todos, por supuesto, Suguru era un joven que en su tiempo quería encajar. Quería ser una pieza igual en el rompecabezas. Pero sabía que no lo era, por lo mismo, él no quiso, se negó y esto causó crueldad por parte de los más intrépidos, según ellos. Lo obligaron a entrar en la penumbra del bosque, siendo sostenido por los mismos, buscando hacer a Suguru un macho como lo eran ellos. Ese día había festival en el pueblo, los adultos estaban demasiado ocupados embriagando sus sentidos como para preocuparse por los mocosos del lugar.

Ese día lo dejaron tirado en el bosque a oscuras, con sus risillas sonando por todo el lugar, hasta desaparecer de la vista opacada por las lágrimas de Geto. Estuvo tiempo deambulando asustado. Incluso cayó a un lago. No salió si no hasta la media noche. Fué terriblemente horripilante para él. Ese día aprendió a que ellos no eran sus amigos y que él no era una pieza de un rompecabezas.

A eso le recordaba este día de festival, no es que hubiese quedado traumatizado, por supuesto que no, era simplemente un recuerdo amargo que lo atacaba cada que escuchaba a las personas del pueblo hablar del festival. Siempre se preguntó qué hubiera pasado si se hubiera ahogado o se hubiera perdido aún más en el bosque.

Supuso que este año sería distinto, pues tenía un vecino muy inquieto, molesto y sobretodo, muy llamativo. Le había contado sobre el festival, uno que se llevaba a cabo siempre por esas fechas, y se le vió muy emocionado. Dijo que quería ir con él, que quería ir a conquistar a alguna pueblerina. Suguru solo pudo reír por su tontería.

Justo ahora, estaban en su casa, más específicamente, la casa de Suguru Geto, en su habitación, donde él buscaba algún *Yukata para su compañero de aventuras. Tenía muchos, pues en ese pueblo se solían celebrar muchos festivales al año, y en su defecto, tenía que comprar muchos para cada festividad, aunque no asistía más de una hora a todas ellas. Sacó un yukata blanco con gris, su diseño era precioso, tenía estampados de un pez negro, el océano que se mostraba era obscuro y grisáceo; Era uno de los yukata más hermosos que había comprado. Estaba orgulloso de él, además, tenía uno negro parecido, con un pez blanco. Podían ir a juego, se lo hizo saber a Satoru, quién parecía igualmente encantado con aquel yukata.

── Precioso, ¿No? ── Dijo, sonriendo con orgullo por aquel hermoso conjunto.

Satoru por su distracción, por un momento pensó que hablaba de él, pero rápidamente descartó el pensamiento por lo ridículo que era y, porque Suguru había aclarado rápidamente su punto ── Lo es. Realmente bello. ── Confesó, con sus orbes hipnotizados por el conjunto.

── Tengo uno parecido a este, así que tú ponte este. Sabes como hacerlo, ¿No? ── Quería asegurarse, pues a veces pensaba que la estupidez de Satoru no tenía límites.

── ¡Claro que sé! ── Dijo totalmente ofendido, mientras se ponía de pie agarrando el yukata y sus "accesorios" por decirle así.

Suguru rodó los ojos por sus palabras y, le señaló donde podía cambiarse, mientras él también lo hacía. Cuando Satoru salió, Suguru se desnudó, no por completo, claro, moviendo sus cabellos azabaches rebeldes de sus hombros, se permitió tomar el yukata y comenzar a vestirse lentamente, subiendo las extremidades de aquel hermoso diseño con cuidado, era exactamente igual al de Satoru, solo que obscuro y con el pez blanco de ojos azules. Por un momento le recordó al tonto de Satoru.

𝖠𝗆𝗂𝗀𝗈𝗌, ¿𝖸 𝖺𝗅𝗀𝗈 𝗆𝖺́𝗌? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora