" Sorpresa. "

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Los besos para muchas personas significaban algo sagrado y que únicamente se realizaba con personas sumamente especiales y merecedoras de sus labios. No es que este pensamiento esté mal, al contrario, era un pensamiento romántico todo su esplendor. Pero para Suguru no era algo tan importante; No le daría un beso a nadie solo por qué sí, pero tampoco tendría los besos en un pedestal tan alto. Eran íntimos, sí, pero no tan importantes como los hacían ver algunas personas. Si alguien le gustaba lo suficiente en una fiesta, le podría dar uno o dos besos.

Sin embargo, este pensamiento se vió claramente afectado al recibir los besos insistentes y tiernos que le brindaba Satoru en ese momento, dejándole bastante en claro que absolutamente nadie, en ningún lugar de la tierra, podía dar besos tan atractivos y adictivos como los de Satoru. Alzó sus brazos alrededor del cuerpo ajeno, buscando una cercanía muchísimo más íntima de la que estaban teniendo en ese instante. Satoru, consciente de sus intenciones, subió su mano hasta el cuello de Suguru, asegurándose de que él no trate de la escapar de sus labios.

── Sat... Uhm... ── Cualquier intento de palabra que quisiera formular Suguru, terminaba en su garganta junto al movimiento de sus lenguas juntas.

Satoru podía continuar a su ritmo, respirando por la nariz mientras continuaba el beso sofocante que tenían, pero Suguru comenzaba a necesitar del aire, pues no estaba acostumbrado a besos tan, simplemente tan. Con ambas manos, las subió hasta las mejillas de Satoru, ejerciendo un poco de fuerza logró separarse de aquellos labios hipnotizantes. Tomó aire por fin, con la respiración agitada y sus labios un poco rojos e hinchados de tanto tiempo que estuvieron besándose sin parar.

Se dedicó a mirar a Satoru, pues no había escuchado una de queja respecto a dejar de besarlo, solo que simplemente al verlo, se paralizó sin saber qué debería hacer para controlar su creciente excitación. Sus manos aún sostenían las mejillas de Satoru, quien mantenía una mirada directa en Suguru, con sus pupilas dilatadas y una expresión de completa satisfacción, sus labios estaban entreabiertos, viéndose mejor el color rojizo que había quedado en ellos. Parecía un completo drogadicto, pero sólo él, solo Suguru podía decir con seguridad que había logrado ese, efecto en Satoru solo con unos simples par de besos.

Y se sintió orgulloso, satisfecho y egoísta, sobre todo, egoísta. El fugaz pensamiento de que ese rostro, esa expresión, solo se la había enseñado a él, lo hacía sentir extasiado en toda su amplitud.

── Suguru. ── Pronunció, buscando acercarse nuevamente hacia el dueño de su excitación, sin embargo, Suguru lo evitaba aún con sus manos en sus mejillas y un sonrojo más fuerte se encendía en las mejillas de Suguru.

Los labios adversos de abrieron, dando señal de querer pronunciar algo, sin embargo, el sonido estrepitoso y ruidoso de un teléfono hizo eco en la frialdad del baño. El sonido fue un tono de llamada muy infantil; "Sacame del bolsillo, sacame del bolsillo. " era el tono de llamada, por supuesto, había roto por completo el ambiente lujurioso que habían creado con cada beso que se habían dado. Suguru, consciente de que era su teléfono celular, se puso de pie en la tina luego de haber soltado las mejillas de Satoru.

── Es mío. ── Dijo, mientras salía de la tina con cautela para no resbalarse y causar algún accidente.

Al salir de esa zona, fué hasta el cesto de ropa sucia, buscando en el pantalón de antes aquel celular, cuando vió quién era, contestó inmediatamente, se trataba de Utahime. Suguru pensó que la respuesta a su propuesta era un rotundo sí.

Por otro lado, mientras Suguru atendía la llamada, Satoru se mantuvo en la tina un poco irritado con la persona que había llamado a ésta hora. Además, en un momento tan poco oportuno. Por más que quiso calmarse, no lo conseguía, en especial cuando aún recordaba vívidamente los besos que habían sucedido justo allí donde estaba sentado. Satoru echó su cabeza hacia atrás, logrando que su cabeza cuelgue un poco del borde de la tina, para impedir esto, bajó un poco más, dejando ver su nuez Adán con mejor forma, luego, cerró los ojos y se centró en el sonido de la voz que emitía Suguru aún en la otra parte del baño con su llamada.

𝖠𝗆𝗂𝗀𝗈𝗌, ¿𝖸 𝖺𝗅𝗀𝗈 𝗆𝖺́𝗌? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora