" Pintura. "

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Suguru en su total inocencia inconsciente llegó a pensar que Satoru no habría venido a su casa el día de ayer, muchísimo menos en la mañana y quedarse juntos hasta la tarde. Realmente había sido una sorpresa para él, además también, de confirmar que él se había acostado con aquella muchacha bibliotecaria castaña. Por alguna razón, estuvo más que satisfecho con la frívola y desinteresada reacción de Satoru ante sus insinuaciones claras. Aunque ya sabía que lo haría, Satoru se lo había informado con una seriedad poco propia de él.

Esa noche absolutamente pudo dormir adecuadamente y brindarle las energías suficientes a su cuerpo, como era debido. Lo único que había considerado extraño fue el sueño que había tenido. Mientras más lo pensaba, menos sentido le encontraba. Aunque debía admitir, que lo había motivado a pintar.

El sueño había iniciado con Suguru en el océano, en el borde, con sus pasos adentrándose cada vez más al voraz mar abierto que parecía querer devorar a Suguru de una sola oleada de agua. Se le veía afligido, triste quizás. Se le veía impropio. Continuó así, hasta que un peso en su espalda lo detuvo de seguir continuando, era Satoru. Cuando Suguru se dió la vuelta levemente pudo observar como los hermosos ojos del albino denotaban tristeza y unas abundantes lágrimas, demostrando su profunda e infinita tristeza. Quiso saber porqué, pero al parecer, su yo de aquel sueño, sabía perfectamente que la causa era él.

Las palabras no salían de sus labios, en vez de eso, sus manos hicieron más de lo que cualquier palabra podría parar el llanto, le limpió las lágrimas con suavidad, mirando los ojos afligidos y profundamente heridos del otro, brillaban más que nunca. Se acercó a besar cerca de donde estaba su ojo, sanando con sus labios cada lágrima que pudiera haber sido derramada por causa suya. Un susurro entre la oscuridad fué escuchado, con unas palabras que pocas veces podían ser tomadas en serio, sin embargo, no pudo recordar qué era lo que le dijo Satoru.

Luego se había despertado, con el desconcierto corriendole por las venas como el mar indomable de su sueño. No entendió el sueño incluso hasta ahora.

Pero lo comprendería. Se dijo, pues ahora estaba sentado en el taburete de aquella habitación de puerta roja, en donde estaban todas las cosas que pudo haber hecho cuando su imaginación estaba en la cúspide del encanto artístico. Un lápiz estaba en su mano, antes de poder darse cuenta, su mano ya se movía sola dibujando sin parar lo que su cabeza le dictaba a su mano. Se sentía como un espectador y no como el artista. Cada vez el dibujo iba tomando mucha más forma. Antes de darse cuenta ya lo estaba dibujando a él. Lloroso, en lo más hermoso y cautivador que podía llegar a ser.

Pensó que Satoru jamás se dejaría ver llorando realmente, se veía como el tipo de hombre que nunca lloraba frente a otros de verdad. No sus lloriqueos falsos. No, lágrimas de dolor reales. Aunque tampoco es que su corazón ansiara mucho ver eso, incluso en el sueño, se sentía incapaz.

En su mano izquierda estaba la paleta de pinturas y en su mano derecha estaba el pincel, comenzando a trazar finas líneas de pintura sobre el lienzo con la forma de Satoru Gojo en su tristeza soñadora, con sus lágrimas escurriendo como gotas de agua que suelta el cielo cuando llora desesperadamente. Quería que sus ojos tuvieran vida propia. Que cuando mirara la pintura que había creado, sintiera un mar de sensaciones, como si el mismísimo Satoru Gojo se hubiera metido en la pintura.

Suguru pintando perdía totalmente el sentido del tiempo, no sabía cuánto tiempo exacto había pasado en ese taburete pintando, incluso su parte trasera ya se sentía entumecida. De cualquier forma, tan sólo se puso de pie, simplemente para continuar el arte que estaba creando con sus dos manos. Amaba el tono azul que tenían los ojos de Satoru, era algo simplemente... Majestuoso para él. Azules claros, casi blanco. Era perfecto en ese ámbito. Entendía perfectamente a las agencias que habían contratado a ese hombre para modelar. Aunque nunca lo había visto modelando o en revistas, pues Suguru no era muy fanático de eso. Era un poco... Muy descuidado con su apariencia.

𝖠𝗆𝗂𝗀𝗈𝗌, ¿𝖸 𝖺𝗅𝗀𝗈 𝗆𝖺́𝗌? Donde viven las historias. Descúbrelo ahora