Para Satoru, las mañanas siempre habían sido tan gélidas como el Polo Norte, o bueno, no tanto así, sin embargo si eran muy frías para él. Ya fuera aquí o en Tokyo. Incluso cuando dormía con alguien, siempre había sentido el frío de la soledad calando en sus huesos hasta sus más profundos sentimientos. Sentía la presencia ausente con quienes dormía. Como por ejemplo, la muchacha dormida tranquilamente a su lado en la mañana, no había dormido mucho después de haber tenido relaciones con ella. Como siempre, le era indiferente lo que había hecho hace unas horas, sin embargo, algo rondaba por su cabeza como un reloj. Tic tac.
Suguru Geto, por supuesto, últimamente se había vuelto su tema de conversación favorito inconscientemente, ¿Qué se suponía qué hiciera?, era algo... Totalmente en contra de su fuerte voluntad de ser. Apenas abría los ojos, ya quería saber qué harían en las mañanas hasta la noche. Pero, por lo que estaba pensando en él hoy, era porque el día de ayer en el Festival, no lo había vuelto a ver desde que había ido por algo de comer. Llegó a pensar que quizás lo había visto con la mujer a su lado, sin embargo, lo creía poco probable por alguna razón. O más bien, por alguna razón, quería negarse a creer que lo había visto con ella. Porque no debía. No él. No con ella.
Se pasó ambas manos por el rostro, sintiéndose de alguna forma frustrado mentalmente y un suspiro escapó de sus labios. Pensó por unos minutos en qué hacer, o bueno, más bien, en cómo actuar frente a Suguru. Aunque sólo eran amigos, pensó entonces que no debía preocuparse tanto. Tampoco es que Suguru fuera a dejarle de hablar por el ser un hombre que sigue sus "instintos" o más bien, necesidades. Por decirlo así.
Totalmente decidido se puso de pie, bajándose de la cama sin cuidado alguno, poco le importaba que ella se despertara. Sería muchísimo mejor para él. Ni siquiera sabía qué hora era, pero ya quería que se fuera de su casa. No tenía nada qué hacer ahí.
Se duchó, haciéndolo rápido, en su interior nacía y crecía la gran y estruendosa necesidad de vislumbrar de una buena vez a Suguru, de alguna forma, igual de estruendosa que era, se convertía en una gran sensación de ansias. Iba desde la punta de sus pies hasta el último de sus cabellos. Satoru se sostuvo la cara con las manos nuevamente, soltando un pequeño lamento, con la sensación de que no sabía qué le ocurría ese día. No era la gran cosa, trató de convencerse, aunque era poco probable que su corazón y su cerebro se callen por ese simple hecho. Pensó en acabar rápido su baño.
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Cuando llegó a la puerta de Suguru, tocó un par de veces la puerta, pero nadie respondió, más que Mono, quién rasgó la puerta un par de veces, sin embargo, pasaban los minutos y nadie abría. ¿Durmió en otro lado?, llegó a preguntarse Satoru, pero lo vió poco probable. Tuvo la fugaz idea de abrir la puerta con la llave de repuesto que tenía pero, por supuesto, eso podría ser un delito... A menos que fuera por salvar a alguien.
Totalmente decidido, buscó la llave en una de las macetas y abrió delicadamente la puerta, observando al gato de un solo ojo de Suguru, quién lo miraba con indiferencia como de costumbre, incluso, con algo de pereza, aún así, Satoru habló en voz baja ── Shhh. ── Mencionó con una sonrisa en sus labios cerrando la puerta atrás suyo. Se quitó los zapatos en la entrada y, caminó con sus medias sobre la fría madera buscando la habitación de Suguru, cuando la encontró, miró la hora en su celular, era aún muy temprano en la mañana; 6:23 a.m. Realmente debía mejorar su horrible horario. Supuso que estaba dormido, cosa que le causó una curiosidad insaciable. Nunca lo había visto dormir.
Abrió la puerta con un cuidado admirable. Cerró la puerta de igual forma y, ahí lo vió; Suguru recostado en su cama con las sabanas mal acomodadas, su cabello negro extendido por gran parte de la claridad de sus sabanas, su cuerpo de costado con una pierna un poco alzada sobre una de las almohadas, su pijama se veía mal acomodada, dejando ver parte de su abdomen bien trabajado y su cadera. Y, su rostro, Dios Santo. Su rostro estaba tan calmado y en parte pálido, que si no fuera por el pecho de Suguru que subía y bajaba, podía jurar que casi estaba sin vida.
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𝖠𝗆𝗂𝗀𝗈𝗌, ¿𝖸 𝖺𝗅𝗀𝗈 𝗆𝖺́𝗌?
RomanceSatoru Gojo, un joven albino citadino y modelo, acostumbrado a dormir con el ruido de la ciudad retumbando en sus oídos y sus sueños, a su vez, acostumbrado a las estrellas artificiales de la ciudad, decide tomarse unas vacaciones de todo eso por el...