(5) culto efímero

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Aquél pedazo de postre buscaba un dueño pues, era el último que sobraba. A cada miembro en esa sala llena de una muchedumbre de seres, se les cedió una rebanada de pastel de chocolate, cortesía de la madre de Jae-Yoon.

Park Mina, se notaba furiosa y algo, solo ligeramente angustiada.
Jihyo, por su parte observó detenidamente las antipáticas expresiones y acciones de su hermana, y en una mirada apresurada le indicó a su hijo que le correspondía acercarse discretamente y cuestionar a su tía del problema a solucionar en un momento futuro, al cuál, claro por supuesto, si se lo permitía.

En pasos temblorosos y casi mudos, en una escena de agilidad llegó tímido a la meta, solo debía preguntar y nada más; Aunque sí, el miedo le invadía. La tía Mina era alguien a quien temer, la mujer despiadada y completamente de arriba a abajo de aterradora, era muy cortante —como su hijo, ¡vaya!— en la diminuta mente de Jake, recorrían las palabras, "fácilmente podría pensar que son iguales, tanto en apariencia física como en personalidad, de tal palo tal astilla", sin embargo no podía desobedecer a los duros mandatos de su progenitora, se consideraba una persona de alma amable y responsable, obviamente como ser un excelente hijo. A pesar de todo, tomó valentía del cajón de los refuerzos mentales en caso de escasez dentro de si mismo y concluyó en terminar la hazaña.

Agotado y tambaleando como un viejo indigente, se detuvo en frente de Mina, con terror en sus venas la miró a los ojos directamente sin percatarse de nada a su alrededor, ella devolviendo la mirada, lo observó fría y asqueada, debió imaginar que fue muy descortés que un niño la mirara así de, "grosero".

—Disculpe, yo llegué aquí para preguntar ¿Por qué está triste? !Ah! ¡Yo la he visto, usted lucía tan triste!— formuló sus dudas, las exhibió y siguió mirando.

— En primer lugar, no debes mirar así a tus mayores—enervó —segundo, ¡No estoy triste! Estoy enfadada por qué no se ha donde se ha metido Sunghoon—.

— Oh, vaya... Lo siento pero, no me mire así me da miedo. Me recuerda tanto a...—cortó su voz, que fue bajando de volumen poco a poco hasta el punto de murmurar, cuando su memoria repasó aquellos recuerdos agotadores y tan llenos de reproches cuando su primo lo observó de tal manera que hacia temblar hasta sus huesos, en su rareza esto lo sentía como una alexitimia.

La imponente voz de la mujer resonó en sus pensamientos constantes, y de un saltó, con las pupilas exageradamente dilatadas continúo prestando atención.

¿Mirar? ¿Cómo quién? Yo miro como yo quiero, me da igual, para que te metes en mi vida— reprochó y en su tono de voz se notaba su molestia.

— No es nada, Ahora bien, dígame ¿Qué puedo hacer por usted tía Mina?— preguntó exaltado, casi dando pequeños saltos de la emoción.

— ¡A mi hijo no le tocó pastel! Ese es el problema, ¡no tengo ni idea de dónde se metió!— Adoptó una frágil delicada voz de conciencia indefensa y de una sola acción fingió ser débil.

— ¡Yo puedo ir a buscarlo! ¡Suerte que ha quedado una rebanada de pastel!— enunció alegremente con un resplandor magnífico con aspecto de ángel, el si era la verdadera pureza e inocencia juntas.

—¿Tú?— entonces lo miró a detalle por detalle, sin pasar de largo nada, inundó su cabeza con pensamientos de intuición, para nada buenos, pero en una ardua desición, accedió.

Inhaló profundamente, con frecuencia solía decir que estaba asqueada en la forma de vivir de su jihyo y Jake, pero no quería levantarse en ese momento a cumplir un labor más como madre, era tan cristalina la grotesca verdad de que en algunos tiempos se cansaba de la actitud de su propio hijo, ¿Para qué traer al mundo una copia igual a ti o peor?

—Está bien, ve por él. ¡Ah! Y una cosa más —exclamó improvisada— no te le pegues mucho, no quiero que le transmitas tu extraña enfermedad.

— Yo no estoy enfermo tía, mi mami dice que, yo estoy bien, ¡Y siempre lo estaré! —pese a todo su aura segura siendo tan increíblemente blanca con mucha actitud positiva ante la cruel y desamparada vida... Que tal vez en un futuro le esperaba con tantas ansias de abrazarlo y nunca soltarlo.

—Sí, sí, sí. Vale, claro. Anda ve y búscalo —y movió sus manos en un acto fastidioso.

—¡Sí! —gritó asintiendo mientras desaparecía poco a poco entre los pasillos del hogar, con el pedazo de alimento para su primo.

Se había desvanecido de la sala principal, pero ahora se encontraba en el inigualable y destacable... ¿Pasillo de la mansión Park?

En medio de el incógnito lugar, se encontró con una protuberante puerta. No era una puerta extraordinaria, solo una simple puerta, hecha para su trabajo de puerta. Lo único que destacaba de ella era su inmensidad, no era para nada blanda, era dura como el mármol; estaba hecha de mármol. Tal vez Jake la veía gigantesca por su corto tamaño de estatura, pero pese a su edad la puerta si era grande.

Pensó que era realmente buena idea abrirla, la confusión era, ¿Cómo?

El primer intento fue aventarse en contra de la sólida pieza hecha para restringir la entrada a el sospecho lugar que seguía.
Entre tanto en una conmovedora escena de intentos fallidos, estiró su cuerpo rezando por llegar a la manilla de la puerta de mármol, —¡Ahg!—. Un fuerte golpe recorrió el pasillo, el sonido lleno de eco hasta el colmo.

No tenía escapatoria posible para recibir un milagro de los dioses del Olimpo del los que realmente necesitaba acudir en sus simples pecados que ni siquiera tenía. Práctico una vez más, y otra, y otra, y otra.
Sintió sus ojos gotear.

Era un niño débil, podía percibir las risas interiores reírse del el, al fin y al cabo era un marica. Algo que decían sus compañeros de escuela.
Entre sollozos rememoro lo que su madre le había expresado una ocasión, —no importa si no eres fuerte en la fuerza bruta, mientras seas ágil e inteligente—.

Una sonrisa se enmarcó en su rostro, vió para todos los rincones obscuros y claros; Las ideas empezaron a llegar.

En un par de minutos la puerta estaba abierta de par en par, ¿La solución? Solo era cuestión de subir en algo alto como una silla, y abrir.

Molido por el esfuerzo, divisó el pasillo.

ᴅɪʀᴛʏ ʙᴏᴅʏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora