Parte 2: Problemas.

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Se quedó cerca del instituto, sentado en una banca. Miraba a la gente pasar de acá para allá como si fuera lo más entretenido del mundo. Su mente y su corazón estaban hechos un desastre, enterró sus sentimientos en lo más profundo de su ser, pero jamás se deshizo de ellos bajo el pensamiento de que no tendría que volver a ver a Sukuna en su vida, y sin embargo, allí estaba, había aparecido en el momento más inesperado, y con una hija.

Se veía bastante más maduro, sus rasgos ya estaban bien definidos, y era bastante más alto de lo que recordaba, aún usaba ropa oscura, pero por alguna razón lucía diferente a la del instituto.

Era obvio que había madurado, el Sukuna de hace años para empezar nunca hubiera considerado la idea de tener una hija, y lo primero que hubiera hecho al verlo hubiera sido decirle algo cruel.

—Me lo esperaba— y hablando del rey de Roma... —No has cambiado mucho, Yuuji.

Tomó asiento a su lado, viendo a la gente pasar, el pelirrosa lo observaba a detalle de perfil, mantenía su esencia...

—Siempre solías ir a algún parque cuando pasaba algo malo— una sonrisa suave adornó sus labios, el Itadori sintió sus mejillas arder un poco.

—Tienes razón— sonrió, devolviendo su vista al frente. —Supongo que fue algo sorpresivo... No creí volver a verte en una escuela.

—¿Osea que si esperabas volver a verme?— lo miró con una sonrisa ladina, arqueando una ceja.

—¡N-No!— Fue lo primero que se le ocurrió decir, se sintió cómo un tonto. —¡Digo...! Ah, esto es demasiado complicado...

Sukuna se permitió soltar una risa al verlo tan nervioso, seguía igual de adorable. Devolvió su vista a la gente que transcurría, ajenos a todo lo demás.

—No pensé que tuvieras una hija...— comenzó el ojidorado, evitando a toda costa los rubíes que lo miraban con disimulo. —Nunca te vi como el tipo que se casaría y tendría una familia...

—Es porque no me casé, y porque Violet no es mi hija biológica— Lo miró con sorpresa, viendo como su semblante se volvía algo serio. —Solo la adopté porque la mocosa es bastante independiente, puede cuidarse sola. Más de una vez me han llamado porque les ha roto el culo a tipos de grados mayores.

—Me recuerda a alguien...— sonrió divertido.

Finalmente hicieron contacto visual, ambos permitiéndose una risa que prontamente se transformó en carcajadas.

—No se deja pisotear por nadie, nisiquiera por mi. Si hubiera sido una mocosa más llorona la hubiera ido a perder.— se encogió de hombros ante el codazo y regaño de Itadori.

—No deberías decir esas cosas...— infló las mejillas, y Sukuna por primera vez en mucho tiempo sintió unas inmensas ganas de besarle.

—Si, bueno...— prefirió mirar a otra parte para alejar esos pensamientos. —Al menos no es así, y no he tenido que ir a perder a ningún niño.

—Yo solo cuido a Megumi-chan— comenzó a relatar. —Hace unos meses encontré trabajo como niñero para el señor Gojo.

Gojo... estaba seguro de haber escuchado ese apellido en alguna parte.

—Megumi es su hijo adoptivo, es cómo un anciano en el cuerpo de un niño...— rió un poco. —A veces pelean con el señor Gojo, pero no es nada grave, suelo estar ahí. Aunque el señor Gojo también es cómo otro niño al que tengo que cuidar...

—¿Quieres ir a comer algo? Para ponernos al día.

—Claro.

Ambos se levantaron de la banca del parque para dirigirse a una cafetería cercana.

Cuando nos volvamos a encontrar › SukuIta  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora