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La vida de un pelirrojo era buena, veía los hermosos campos a su alrededor todas las mañanas, saludaba a sus padres como un buen niño y cuidaba de sus hermanos pequeños. Se decía que este hermoso pelirrojo era tan lindo que era muy querido por las personas de su hogar. Iba a muchos lugares, pescaba en el hermoso puerto y aunque era un lugar pequeño, a los ojos del pelirrojo era un lugar acogedor. Tal vez el encuentro que cambiaría un poco su perspectiva, y tal vez sería un mensaje de lo que le deparaba el futuro, fue cuando una mujer de ropas oscuras apareció en el pequeño pueblo.

—¿Está aquí el gran poeta Verline?— eran las palabras de aquella mujer que traía puesto unos adornos hermosos y detrás de ella todo un grupo de sir vientas que la trataban con total respeto, más atrás se encontraban los guardias listos a alzar sus espadas en caso de que se amenace a su señora.

"¿Qué busca esa mujer con mi padre?" Era lo que rondaba en la cabeza del pequeño Chuuya cuando miro a la femina que estaba adornada de joyas, pero el semblante era tan lugubre como si viera un cadáver viviente.

Un hombre de cabellera rubia salió a mirar a la mujer que lo buscaba, al parecer era alguien de un pasado muy lejano— ¿A qué ha venido la alteza?

Antes de que la mujer pudiera hablar se dió cuenta de la llegada de un hombre Omega con cabello negro que salía cargando dos niños pequeños parecidos al rubio. —Ahora tienes familia— dijo la mujer con gran decepción— en estos momentos me arrepiento de no haber huido en el barco hace quince años.

El pelirrojo miro la escena, podía captar las cosas rápido. Entendió que la mujer debió ser de la tierra natal de su padre, una donde su padre Verline tuvo que escapar de niño por ser acusado de un acto falso.

—En ese entonces te advertí sobre los planes de tu familia y me acusaste de robo por tu momento de enojo— dijo Verline con las palancas al viento, sin importarle mucho el pasado y que solo provocaba un sufrimiento en el corazón de la mujer de ropas oscuras— ¿A qué vienes hoy aquí?

— Pedir perdón por ese día— dijo la mujer en voz baja tratando de no ser escuchada por las personas detrás— escuche los rumores sobre un hombre poeta cuyas descripciones se asemejaban a tí y guarde la esperanza de volver a verte, tal vez en un sueño loco incluso pensé en huir de todo para formar una familia. Así de desesperada estoy ahora.

La expresión del Omega pelinegro llegó al enojo por las palabras de esa mujer, el Omega ya sabía toda la historia del pasado que ocurrió entre su alfa y la mujer que había llegado.

El niño pelirrojo que captaba bien las cosas miraba con molestia a la mujer, en esos momentos sería capaz de hecharle un balde de agua sucia si no fuera porque su padre Omega lo detuvo mientras señalaba a los guardias detrás de la mujer.

— Sé que estás enojado, pero debes ser prudente en todos los casos o algo malo puede pasar— dijo el Omega al niño pelirrojo— recuerda siempre ese detalle para sobrevivir.

En ese momento el pequeño pelirrojo no se esperaría que sería un aviso que le serviría mucho en su juventud.

—No hay futuro entre nosotros— respondió Verline con frialdad a la mujer que tenía enfrente— mi vida es feliz ahora, tengo a mi amado esposo Arthur y a tres hijos que son como estrellas en el cielo.

—Pero Verline— la mujer estaba desconcertada— vuelve, quédate a mi lado. No puedo vivir con mi esposo ¿Sabes por todo lo que pase?¿Sabes cuánto odio a mi esposo y a mis hijos? Solo los tuve para tener poder ¿Por qué me haces pasar este castigo?

—¿Castigo?— repitió Verline con un tono burlón y agrio— esto tal vez es justicia divina ya que tus mentiras por tu momento de enojo llevaron a mis padres a la horca.

El sultanato de los omegasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora