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Lana

- 5, 6, 7 y ...

Las niñas comenzaron a dar hacer el Demi Plié tomándose de la barra, algunas levantaban sus brazo más de la cuenta y yo me encargaba de corregirlas, a otras les costaba mantener recta su espalda y yo les tomaba de los hombros y las enderezaba lentamente, pero solo algunas pocas conseguían la posición perfecta.

Desde pequeñas podían mostrar ese talento, mamá se encargaba de entrenarlas al máximo y si sus madres se interesaban, ella podría hablar con una academia de baile de la ciudad para que hicieran un prueba de admisión.

Ella trató de hacer lo mismo conmigo, me entrenó el doble, me esforcé el doble y tomé la prueba en la academia, cuando me aceptaron mamá no podría haber estado más que feliz e incluso comenzó a buscar papeles en los que podría aplicar, pero lástima que papá no compartía el mismo sentimiento, cuando se enteró tuvo una de las peleas más fuertes que había tenido con ella, era la primera vez que los dos se interesaban por mi futuro, mamá quería que siguiera lo que ella había dejado pendiente y papá quería que tuviera un futuro significativo, cerciorarse de que podría llegar a ser algo más que una simple bailarina, sus palabras no las mías.

Creo que ya se imaginarán quien ganó la pelea, pero estaba segura de que mamá estaría más que feliz al enterarse que los planes de papá no salieron tal lo planeado, él podría haber decidido mi carrera, pero no mi vida.

- ¡Lana! – una voz me sacó de mis pensamientos.

- ¡Aurora! – sonreí, me incliné lo suficiente para alcanzar a tomarla entre mis brazos y levantarla – pero que grande estas, ¿cuánto creciste?, ¿dos metros?

Ella rio dejándome ver un espacio entre sus dientes.

- Wow – dije asombrada – se te ha caído un diente.

- ¡Si! – exclamó feliz – el ratón de los dientes me ha dejado un regalo en nuestra casa de campo, al principio estaba triste porque pensaba que no me encontraría – contó - ¡pero al otro día he encontrado un montón de chocolates debajo de mi almohada!, ¡incluso le ha dejado un par a mi hermano!

Sonreí.

Aurora era una de las pequeñas que se había ganado mi corazón, me recordaba a mí cuando estaba pequeña, sus madre la había traído cuando apenas tenía cuatro años, la edad mínima que aceptábamos era a partir de los seis años, pero al ser amiga de mi madre toda la vida y esposa de uno de los senadores la aceptamos, los primeros días era tímida, todas las niñas eran más altas y Aurora se perdía entre ellas, con los años habíamos formad un vínculo tan fuerte que la consideraba como una hermana pequeña.

- ¿Por qué no has ido con nosotros a la casa de campo? – preguntó triste – ¿Luciano y tu han peleado?

Se me olvidaba, Aurora era la hermana pequeña de Luciano, era hija de su segundo matrimonio, su madre y mi madre se volvieron a reencontrar cuando fue la boda y desde ahí Luciano y yo comenzamos a tener problemas, mi madre presionaba mucho porque quería que mantuviéramos su deseo de estar juntos y mi padre veía como una buena oportunidad de tener de yerno al hijo de un senador, he ahí porque su mejor amigo era Matteo, ambos se creían dueños del mundo y creían que juntos podrían hacer que las personas se comportaran como ellos quisieran.

Lástima que eso no le había servido de mucho ayer por la noche, ni a él ni a Matteo, cuando comenzó la pelea ya estaba más que cansada de escuchar sus tonterías, ¿enserio gritar a los cuatro vientos que no nos acostábamos tan seguido era necesario?, ¿Cuál era el punto?, ¿hacer ver que había dejado a una chica que no servía para acostarse?, el único que perdía era él, claramente le hacía ver mal que a la chica en este caso a mí no me llamaba la atención hacerlo con él.

Cara mia (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora