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AND WE ARE BACK!!

QUE DISFRUTEN!!

T.

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Lana

No me lo podía creer, estaba teniendo una plática normal y corriente con el hombre que había demolido a golpes a Luciano.

Estaba sorprendida, pensé que nunca lo volvería a ver, a no ser tras una pantalla de televisión dónde lo habrían capturado por golpear al hijo del senador, o bueno, a los hijos de los dos senadores de Nueva York, ¿Cuáles eran las probabilidades?, era cuestión de tiempo que su cara estuviera en todos los noticieros.

Pero a él parecía no importarle, se movía como si tuviera todo el tiempo del mundo y sin miedo alguno a ser capturado.

Había algo en él que me intrigaba, sus ojos negros que parecían no querer quitarme de su vista, sus labios que estaba segura de que besarían de maravilla, los brazos en lo que había dejado ver sus tatuajes el viernes en la noche o su postura que aparentaba no afectarle ninguna de mis oportunidades para tomar el mando.

Que se haya tomado el tiempo de investigarme con Alessia no sabía cómo tomarlo, ¿bien?, ¿mal?, ¿debería tener miedo?

Mordí una vez mi labio y estiré mi brazo.

- Lana – le dije – sé que ya lo sabes, pero yo no sé el tú tuyo – volví a observar mi mano y seguí tendiéndola – Lana De Luca.

Después de analizar mi mano durante una segundos más dejó ver la suya y la dirigió hacia mí, era grande, muy grande, tomó mi mano con tanta seguridad que me volví a sentir segura, a pesar de lo áspera que se sentía me agradó el tacto.

- Francesco – se presentó – Francesco Ricci.

Volví a estirar mi mano hacia mí, pero él dejó la suya sobre la mesa, al instante sentí su ausencia, pero quería mantenerme concentrada.

- ¿Cómo terminaste en las peleas clandestinas? – por fin pregunté.

Estaba claro que este hombre tenía potencial para pelear, pero nadie nació con ese don, tuvo que haber aprendido de alguna manera y haber terminado tal vez de voluntad propia, pero algo dentro de mí me decía que no era su pasatiempo favorito.

- Mi padre las fundó – contestó mientras tomaba de su vaso – yo solo sigo con su legado.

Abrí mis ojos de par en par.

- ¿Eres el dueño? – asintió.

- Mi tío se encarga de las apuestas mientras yo me ocupo de otros negocios.

- ¿Cuáles negocios? – pregunté curiosa.

- No querrás saberlo – dijo riendo por lo bajo.

Tenía razón, no quería saberlo, por lo que veía podrían ser negocios turbios y cómo buena abogada me gustaría meterlo en la cárcel, pero no sé, algo en mi interior me decía que estar junto a él estaría más que segura.

Decidí cambiar el tema a una conversación más normal.

- ¿Tienes hermanos? – negó - ¿eres hijo único? – volvió a asentir – yo igual – susurré – deseé por lo menos un hermano con el quien pudiera jugar, pero mi madre no quiso tener más hijos después de mí.

De pequeña le pregunté si algún día tendría un hermanito, pero me contestó que su cuerpo quedó tan feo después de tenerme que le había costado meses llegar a su cuerpo inicial.

Cara mia (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora