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Francesco

Caminé hasta quedar a una distancia decente frente a Bruno.

- Toda una sorpresa encontrarte aquí Ricci– se burló.

- No tengo nada que ver con esto – verifiqué – y puedo decírselo a Dante cuando él quiera.

- ¿Sabes?, tengo que admitir que no te tomaba por el que rompía tratados.

- Yo no he roto nada – aclaré.

- ¿Entonces que haces aquí? – preguntó - ¿se te perdió algo justamente en dónde hay una pelea con apuestas?

- Vine por alguien – anuncié – ya nos íbamos.

- ¡Claro! – exclamó – que mal educado soy – se movió un poco para saludar hacia el coche, había dejado las luces prendidas y la puerta abierta en caso de necesitar salir corriendo - ¿Qué crees que piense Dante cuando le diga que te encontré aquí?

- No creo que piense nada porque a comparación de ti, él tiene mente de jefe, no de un empleado cualquiera con aires de grandeza.

- Muy justo – se acercó un poco más – pero creo que les cree mejor a sus empleados que a alguien que está en sus terrenos y encima quien tiene la obligación de notificar cuando entra y sale.

- No has cambiado nada – le dije – sigues siendo el mismo besa zapatos de siempre.

Como había mencionado algunos hombres de Dante pasaban a mi territorio, pero eso no significaba que algunos de mis hombres pasaran a los de él, Bruno era hombre mío desde antes de que volviera de Italia, Alonzo lo trataba como su mano derecha, pero con mi llegada cambió todo.

Bruno comenzó a tomar decisiones que no le correspondían y nos hacían perder cargamentos completos con la policía, cuando decidimos encararlo y matarlo por el bien común él ya había convencido a un grupo de mis hombres a mudarse a la organización de Dante, claramente no era mejor que la mía, pero si una de las más fuertes y respetadas de Nueva York.

- Sé que me extrañas en tu organización – habló – era una mente muy capaz y Alonzo lo sabía.

- Te faltaba pensar – aclaré – cosa que a mí se me da muy bien.

- ¿Pensar? – bufó – Claramente no lo suficiente cuando arriesgaste venir aquí por unas faldas – señaló el coche – pero no está nada mal como se ve de aquí, ¿puedes prestármela cuando termines con ella?

Me acerqué hacia él hasta quedar a centímetros de su cara.

- Ella es alguien que no podrías permitirte, es mucho para ti.

- Bueno – se acercó más – dejemos que ella escoja.

Con una sonrisa dio un paso hacia el frente, pero yo lo tomé del brazo impidiendo su cometido.

- Ni se te ocurra.

- Vamos – sonrió – estoy seguro de que si la defiendes tanto es asombrosa en la cama, yo tengo que probar eso.

Le hizo una seña al hombre que estaba con nosotros y la siguiente que vi fue su puño incrustarse contra mi cara, aun un soltar a Bruno le propague un puño en su estómago y en la parte baja de su cuerpo, voltee, pero Bruno me recibió con otro puño, el siguiente logré esquivarlo y lo golpee.

Cuando trabajaba con nosotros nos enfrentamos en el Pentágono unas cuantas veces, su punto débil siempre fue proteger su cara, veía que ya había aprendido, pero nada que no podía controlar, logré golpearlo un poco más en su cara y unos cuantos al hombre que había vuelto a hacer acto de presencia, pero cuando volteé a verificar Bruno logró tumbarme y posicionarse encima de mí, también lograba proporcionarle un par de golpes, pero mientras no buscara un punto débil no podría ponerme de pie.

Cara mia (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora