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Francesco

La he estado siguiendo desde que había salido de su casa, era malditamente temprano pero valía la pena, la ropa que llevaba no se parecía nada a esa noche, tenía puesto un suéter de tortuga negro con un pantalón de vestir color carne, el abrigo que llegaba hasta las debajo de sus rodillas lo que me impidió todas las veces que se volteaba ver su trasero, el trasero que me había estado volviendo loco desde esa noche, su cabello estaba recogido en una coleta de caballo pero unos mechones rebeldes le caían por su cara, se veía realmente hermosa, aunque me encantaba la primera opción del viernes me acostumbraría a ambas.

Cuando llegó a la universidad observé como volvía a su coche, suponía que había olvidado algo, ahí noté que estaba buscando a alguien y la había encontrado, Alessia llegó en su coche y por ende me encontré con la camioneta de Riccardo, cuando noté que Lana estaba interrogando a Alessia lo llamé para que la sacara de ahí y evitar que soltara todo.

Le había ordenado que la siguiera desde en la mañana por si se le ocurría abrir la boca cuando no debía, era inmensa la preocupación que tenía por su novio, ni siquiera era su deuda y ya estaba moviendo cielo mar y tierra para cubrirla.

No fue hasta después que vi a todo el mundo salir del edificio unas horas después que volví a ver a Lana, había recogido su cabello con una cola de caballo, pero aun así los mechones más cortos terminaban frente a su cara, quería tomarla de ahí y penetrarla en la pared más cercana.

Quería castigarla por estar hablando con un hombre que no era yo, quería tomarla del cuello y acercarla a mi para que ese idiota viera que yo ya la había reclamado, quería golpearlo por atreverse a detenerla y más cuando vi que sacó una sonrisa de ella.

Ya había conocido un estado más de ella, felicidad, y yo no era el causante de ello.

No soporté más y salí de mi coche en su dirección, aun así, tenía planeado llevármela con la excusa de reunirla con su amiga, no le habíamos hecho nada, tranquilos, Riccardo solo la llevo a distraerla un rato para que quitara la cara de muerta en vida y no preocupara a su amiga.

- ¿Qué quieres? – preguntó.

Joder, esa voz seguía teniendo un efecto inexplicable en mí, si me pedía que le consiguiera un estúpido país entero haría lo que fuera para que lo tuviera, mierda, si me pedía todo lo que quisiera lo tendría en ese mismo instante.

- Solo vine a ver si estabas bien – le dije indiferente.

- ¿Cómo sabes que estudio aquí? – pausó - ¿cómo sabes dónde encontrarme?

Me miró con horror, no debería de verme así, esa mirada solo debe de salir cuando estuviera preocupada pensando en qué le haría estando solos en una habitación.

- Alessia me dijo dónde encontrarte – contesté y no mentía.

- ¿Alessia? – se acercó más dejando al chico de lado - ¿dónde está?, ¿dónde la tienes?

- ¿Le conoces? – por fin habló en chico, había quedado en segundo plano desde que ella puso sus ojos en mí.

Esos ojos negros que haría cualquier cosa porque me vean de otra manera.

- Es el hombre que golpeó a Luciano.

- Mierda – susurró el chico.

- Exacto – le dijo ella – mierda – me miró - ¿dónde está Alessia?

Me miraba decidida, era impresionante como sus facciones habían cambiado, sus sonrisa había desaparecido, sus ojos ya no mostraban el brillo que desprendían cuando el chico le sacó la carcajada, como quisiera sacarme un golpe por causarle tal impacto.

Cara mia (Libro 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora