Paseo a oscuras

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Narra Juliet:

No podía dormir. Dumbledore había venido a verme, y me había contado lo que más temía. Llevaba horas llorando, mis padres eran lo único que tenía. Daba vueltas en la cama incansablemente, intentando encontrar el descanso que tanto ansiaba, pero no podía. Una vuelta, otra más. En mi mente solo estaban sus rostros, siempre intentando aparentar una fortaleza que en realidad no existía, intentando no asustar a su hija. Y es que, la situación en mi hogar, no se podía definir como "buena". ¿Qué teníamos? Un viejo sillón de tela, una antigua cocina, y un gran colchón sobre el suelo, aparte de los cincuenta metros cuadrados restantes completamente vacíos. Lo habíamos vendido todo, y junto con todo lo perdido también se había extraviado nuestra felicidad. Intenté alejarlos de mi mente. "Me lo habían advertido" –me dije en voz baja. Sin embargo, nunca pensé que fuera a ocurrir de verdad. Mi madre llorando, mi padre abrazándola. Esa era una escena del pasado que no olvidaría fácilmente. ¿Quién me adoptaría a estas alturas? Alguien loco de remate, seguro. ¿Quién querría aguantar a una adolescente de catorce años? Otra vuelta. Intenté pensar en otras cosas... Severus. Oh, Severus. Por muy vergonzoso que resultase admitirlo, deseaba dormir solo para soñar algo similar a lo que había hecho por la tarde, y evadirme de todo lo que me había contado Dumbledore. Me puse bocarriba, miré hacia el techo y me quité la manta de encima. La fiebre había bajado hasta tal punto que podía incorporarme, e incluso levantarme (ya había dado vueltas por la enfermería antes, a ver si me cansaba de una vez). Harta de la situación me levanté en camisón blanco de abuela y salí de la sala: necesitaba caminar más, una visita nocturna al castillo. A lo mejor así mi cuerpo y mi mente querrían dormir de una vez por todas. Claramente, llevé conmigo mi varita para iluminar los pasillos... la luz de la luna no era suficiente en algunas zonas y, aún así, no me gusta mucho la oscuridad que digamos. Si me pillaban me iba a meter en un buen lío. Para hacer algo productivo decidí ir a mi sala común y sacar unos libros de mi baúl, para por lo menos tener algo de lectura (de todas formas, estaba casi curada, y seguro que esa era mi última noche durmiendo sola en aquel lugar). Logré mi objetivo: resolví la pregunta diaria, llegué a mi cama y, sin despertar a Luna y una niña llamada Clara, recogí cuatro libros muggles del baúl y comencé a rehacer mis pasos. Los cuadros protestaban a mi paso, al ver la luz de mi varita. Llegó un momento en el que la tuve que apagar debido al ruido que estaban haciendo. "¡Solo son unos segundos, ni que estuviera una hora con la luz encendida!" –le dije a una mujer gorda de uno de los cuadros. Esta me miró con mala cara, otros comenzaron a defenderla y, al final, me rendí. "¡Qué plastas, por favor!" –dije en voz baja. Me quedé a oscuras, y un silencio sepulcral me hizo estremecer. Comencé a imaginar monstruos por los pasillos, y empecé a temblar. "Basta ya, pareces una niña de 5 años" –pensé. "Sangre, quiero sangre" –escuché a una voz susurrar en algún lugar sobre mi cabeza. Instintivamente comencé a correr, pensando que era todo producto de mi imaginación, pero temerosa de saber que existían probabilidades de lo contrario. Entonces, choqué contra algo... alguien. Caí al suelo estrepitosamente dejando caer mis libros, y raspándome con ello las manos al intentar detener mi caída. Me quedé mirando a la oscuridad. Alguien me seguía, me querían matar, iba a morir. Restregué mis manos sobre las piernas desnudas y, cuando me disponía a decir algo, una luz iluminó mi figura y parte del suelo que tenía a mí alrededor. Cerré los ojos por el repentino resplandor llevándome las manos a la cara, para a continuación intentar entreabrirlos y descubrir al ser que iba a acabar con mi vida.

-¿No debería estar en la enfermería, señorita Howard?

No podía ser verdad... ¿Snape? ¿Y yo en camisón? Venga ya, tenía que ser broma. Abrí los ojos de par en par para asegurarme de que de verdad se trataba de mi profesor de pociones. Túnica negra, piel cetrina... me detuve ahí, claro que era él.

-Debería, sí.

-Y usted sabe que está permanentemente prohibido para los alumnos deambular por el castillo a estas horas de la noche.

Loco por ella | Severus Snape y Juliet HowardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora