Capítulo I

9 1 0
                                    

Larisa Roman

Desde pequeña soy una chica muy molesta nacida en Rumanía. Actualmente vivo en Italia con mi padre, pero mis hábitos rumanos se han quedado conmigo. Siempre voy metiéndome en problemas, y esa es la razón por la que mi padre contrató un guardaespaldas para mí, aunque tenga 19 años. El no me quería dejar sola en casa mientras el se iba de viaje, no me tenía tanta confianza.

Buscaba a mi padre por la gran casa que tenemos. Con paredes blancas y cuadros valiosos por todas ellas. El suelo de mármol que se siente frío a los pies incluso con zapatos.
Al cabo de un par de minutos, encontré a mi padre en su oficina hablando con un hombre.
Entré en su oficina, sin darme cuenta de aquel hombre.
-Papá, ¿has visto mi...?- Quise soltar palabras, pero en cuanto vi a aquel hombre de pie frente al escritorio de mi padre, me quedé petrificada. -Esto... ¿Qué está pasando aquí?- pregunté un poco confundida.
El hombre se dió la vuelta para observarme, y yo...no iba en las mejores condiciones que digamos. Iba vestida con mi pijama, unos pantalones blancos de pelaje suave y sedoso de Hello Kitty, combinados con un top de color azul. Mi pelo está desordenado en un moño, un par de mechones caen hacia en frente en mi cara. En cambio él...
El hombre va vestido con un traje negro Versace muy elegante. Mide casi más de un metro noventa y tiene unos ojos azules hermosísimos, parecen los ojos de un depredador mirando a su presa antes de comerla. Su mandíbula está bien marcada y es afilada. Tiene un buzz cut que combina perfectamente con su estilo. Cabe aclarar, que el hombre tiene un cuerpo enorme y muy musculoso, con tan solo verlo, solo su aura te intimida sola.

Mi padre, amablemente me saludo con una sonrisa.
-Larisa, este es tu nuevo guardaespaldas.- Mi padre dijo mientras miraba al hermoso hombre.
-Soy Stefan Mocanu. Un placer conocerla.- El hombre dijo con un grave tono de voz y un acento rumano.

¿Es rumano?

-Larisa Roman, un gusto...- Me picaba la curiosidad, tenía que preguntar.- ¿Eres rumano, por casualidad?
-Sí, lo soy.- Stefan respondió con un suave asentimiento.
Iba a decir algo más, pero mi padre interrumpió.
-Princesa, me tengo que ir, perderé el vuelo. Nos vemos en un tiempo, te quiero.- Mi padre se despidió abrazándome y dándome un beso en la frente antes de que desapareciera por la puerta.
Cuando mi padre se fue, yo me senté en su silla de oficina, la cual es muy cómoda. Stefan se sentó delante mía.
-Bueno, Larisa... Tu padre me dijo que eres un poco...descontrolada. ¿Es así?- Su voz grave retumbaba en la oficina de mi padre, haciendo que me dé un escalofrío por toda la columna vertebral.

Solté una pequeña carcajada al escuchar eso.
-Se podría decir. Bueno, me paso la mayoría de tiempo estudiando, pero cuando tengo tiempo pues hago muchas cosas que no tendría que hacer.

Su cara no tenía ninguna emoción...era, como hablarle al mismísimo Polo Norte. Yo estaba intentado leer su lenguaje corporal, pero no podía...me costaba, algo que es muy raro. Necesitaba saber qué tipo de persona era, pero Stefan es muy misterioso y frío por lo que veo...

-Dime, ¿qué tipo de cosas haces, querida?- Su voz me hacía sentir que me trataba como una niña pequeña. Y eso lo odio.
-Pues... A veces, hago graffiti, otras veces exploro sitios abandonados...- Mi voz tenía un poco de molestia por lo que dijo.
-Huh... Así que, lo que haría un adolescente de trece años. No eres muy madura para tu edad, ¿eh?- Dijo en tono burlón.
-Una cosita, Stefan. ¿Tu has venido a protegerme o a insultarme?- La molestia en mi voz ahora era evidente.

Stefan, en cambio, soltó una risa. Pero no una normal, no. Una fría y burlona.
-Parece que la nenita se ha ofendido... Que pena. Pero no te preocupes, dragă, las cosas van a cambiar conmigo aquí. Ya lo verás...- Su voz volvió a tener ese efecto en mi, haciendo que un escalofrío recorra mi columna entera.

El guardaespaldasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora