Capítulo 3

8 0 0
                                    

Stefan se fue y cerró la puerta con un portazo que retumbó en toda la casa.

Pasó el tiempo y las 5 de la mañana aparecen en el reloj. Nosotras estábamos en la cocina, yo estaba sentada en la isla de la cocina mientras fumaba. Lily estaba sentada en frente mio en la encimera de la cocina, junto al fregadero, fumando y tirando la ceniza en el.

-Tengo unas ganas de besarte la boca.- dije yo, bromeando.
Lily y yo siempre bromeamos con esto. Siempre coqueteamos de broma.
-Y yo tengo unas ganas de darte y no la hora, mi amor.- dijo Lily mientras se mordía el labio inferior.
Nos quedamos mirándonos fijamente unos segundos antes de reírnos a carcajadas. Segundos después, Stefan bajó solo con unos pantalones cortos. Dejando ver su cuerpo definido.

Dios mio, está buenísimo. Pensé. Sus bíceps son casi tan grandes como mi cabeza, su torso siendo como el que me gusta. Con un dad bod, dios mio. Unas piernas definidas, pero no mucho como las piernas de un ciclista. Piernas musculosas pero con grasa y blanditas.

Estaba usando todas mis fuerzas para no sonrojarme y morderme el labio. Vuelvo a mirar a mi amiga, la cual me estaba mirando con una sonrisa burlona. Le lance una mirada que decía "ni se te ocurra". Y se quedó callada. Muy bien, pensé. De la nada, noté la presencia de Stefan detrás mía. Me di la vuelta y le vi al lado opuesto apoyándose con las manos mirándome directamente a mi.

-¿Qué miras? ¿Acaso te gusto o que?- dije, fingiendo estar un poco molesta.

Raramente, apareció un poco de sonrojo en sus mejillas. Se fue rápido, pero llegué a verlo.

-Te observo. ¿Acaso te molesta, prinţesă?- dijo, inclinando su cabeza a la derecha.
-Claro que me molesta, bastardo. Me molesta tu presencia entera.
-Oh, que pena, cariño. Te voy a seguir las 24 horas de los 365 días del año. Y si el año es bisiesto, los 366.- habló con una voz baja, aún así, intimidante.
Le mire fijamente sin parpadear, tratando de intimidarle de vuelta. Pero nada, se rió. Dios mio, me encanta esa risa. Ronca y grave, aún así, hermosa.

Nada interesante pasó más esa noche. Lily se fue a su casa y yo me fui a mi estudio en la buhardilla, la cual es mi estudio/sala gaming.
Me senté en la silla y prendí mi ordenador. Preparé todo y luego encendí el micrófono y lo conecte. Me puse mis cascos y le di play para jugar.

Una vez terminé una partida, me quité los cascos y me senté en la silla con una pierna cerca de mi pecho. De la nada, escuché a alguien carraspeando detrás mía. Lentamente, me di la vuelta y le vi a él. De nuevo, mirándome fijamente.

-¿Necesitas algo?- pregunté, está vez mi voz, siendo suave y calmada. Mi voz siendo suave a mí no me sorprende, porque estaba en mi lugar tranquilo.
-¿Qué podría necesitar yo de la mocosa que canta, eh?- dijo con una carcajada. -Te escuché cantar.
Ay dios. Yo siempre canto para concentrarme, que vergüenza, pensé.
-¿Y?- dije, fingiendo que no me importa.
-Pues nada. Ai o voce frumoasă, drăguță.- dijo, haciéndome sonrojar un poco.
Volví a poner los ojos en blanco y volví a mi ordenador.
-Mocosa, levántate un segundo y ven aquí.- volvió a hablar.
Me levanté y fui hacia el.
  -¿Qué quieres?
En en un milisegundo, me volvió a acorralar contra la pared. Ahora estando muchísimo más cerca de mi. Nuestros labios casi rozando y nuestras respiraciones juntándose una con la otra. Reconocí la fragancia de su perfume, Tom Ford Noir. Siempre huelo colonias mientras estaba con mi padre de compras, y algunas me encantan. Esta, por ejemplo, me derrite.

Nuestras miradas se juntaron y me puse más nerviosa aún.
  -Uh.. ¿Vamos a estar así toda la tarde? Es que necesito acabar el juego..- dije, mi voz saliendo un poco temblorosa.
   -A mi no me importaría quedarme así. Pero bueno, aquí las cosas van como yo lo digo, ¿vale? Mientras tú padre no esté aquí, yo mando, soy más mayor que tú.
    -Pero es mi casa.- afirmé.
    -Aun así, tu eres la pequeña y yo el mayor.
    -Dicuslpame, señor que presenció los dinosaurios. Me inclinó ante ti.- burlé.

Me miró a los ojos directamente, molesto por lo que te dije.
-Callate la puta boca, tâmpito.- dijo, enfatizando la palabrota.
-Callame.- dije, la palabra saliendo antes de que yo la pudiera parar.
El sonrió con una sonrisa afectada, dejando mostrar sus dientes y sus colmillos. Dios mio...
Agarró mi barbilla con sus dedos e inclinó mi cabeza hacia arriba para que yo le mirara obligatoriamente.
-Aunque pienses que me digas 'callate', no te voy a callar con un beso.- Todas mis esperanzas desaparecieron.
-Nunca dije que quería que me besaras.
-Como sea, niña.- dijo mientras se daba la vuelta y se iba.
En ese momento aproveché. Cerré la puerta, abrí la ventana y prendí un cigarro. Stefan me había quitado como 5 cigarrillos en el día y no tuve oportunidad.

El guardaespaldasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora