Capítulo 5

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Volví a la puerta para cerrarla con el cerrojo. El cabrón había forzado la puerta para entrar y pillarme infraganti. Pues nada, moví un mueble para que bloqueará la puerta y me fui directamente al espejo. Empecé a apretarme la nariz para que se me vayan todos esos granitos. Son como puntos negros, solo que blancos y a veces transparentes. A día de hoy sigo sin saber que son.
Estuve un buen rato con mi nariz y aún así seguía con los granos. Mi nariz ya estaba roja, casi morada por tanto que la había apretado. Suspiré y me rendí. Me di la vuelta y me fui a sentar de nuevo. Abrí mi ordenador de nuevo y empecé a ver videos en YouTube. Lo mismo de siempre, casos de homicidios y cosas así. Al cabo de un rato me quedé dormida y me desperté a las 3 y 20 de la mañana. Me levanté y vi el mueble tapando la puerta. Entonces, por pura pereza, salí por la ventana. Siempre tengo una escalera que hice en mis talleres. Salí a la calle y saqué un cigarro del paquete. Poniéndolo entre mis labios y encendiendolo. El humo iba hacia arriba mientras una brisa ni muy fría ni muy caliente me pegaba en las piernas y en la cara. Miré hacia arriba y me fijé en todas las estrellas. Una por una. Cada una siendo diferente a la otra. Unas grandes, otras pequeñas, pero aún así, todas, tienen la misma belleza. De la nada, alguien me llama.
  -Larisa.- su voz grave, ahora en un susurro.
Me di la vuelta y veo de nuevo a Stefan, apoyando sus codos en la barandilla del porche. Y, fumando. Pero no tabaco, si no vaper de esos. A ver, yo prefiero tabaco. Pero los vapers también están buenos. Pero bueno, cada uno con sus gustos.
  -¿Qué?- le pregunté por lo bajo.
  -¿Qué haces fuera? Son las tres de la mañana.
  -Salí a fumar. ¿Y tu desde cuando vapeas?
  -Desde los 14. Probé el tabaco y me gustó, pero olía mal, y pues me dieron de probar vaper y lo probé. Pero bueno, hay veces que fumo porros también.- lo último lo dijo con una sonrisa afectada.
  -Cuando tengas uno invítame, ¿no?- dije de broma. La única vez que probé un porro, no me hizo efecto. Creo.
  -No creo que lo haga.- se rió entre dientes.
      Para intentar sacar otro tema, empecé a hablar de Saray.

-Entonces, eh... ¿cómo va todo con Saray?- dije, un poco titubeando.
-Bueno, ahí vamos. Aunque la haya conocido hace unas horas, nada más la quiero para tener a alguien a quien follarme mientras estoy cuidando de ti, mocosa. Más te vale no arruinarme en plan. Es la primera vez en años que una chica joven como Saray me da luz verde.
-No me extraña.- murmuré para mí misma.
-¿Qué fue eso, niña?- dijo.
-No nada, que tengas suerte. No sé. ¿Qué se dice en estos casos?
-Huh..-bufó- pues no tengo ni idea si te soy sincero, Larisa.

El guardaespaldasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora