Capítulo 7

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Pasaron las horas, llegaba el tiempo de la comida. Yo como tuve que ser independiente desde los 6 años que nació mi hermano Lucas, tuve que aprender a cocinar, a limpiar y a valerme por mi misma. Saqué una cebolla, verduras congeladas, si congeladas, no tengo otra opción, un poco de pechuga de pollo y arroz. Piqué la cebolla y la metí en la olla con un chorro de aceite. Mientras esperaba que se dorase, me puse a cortar la pechuga. Sin querer, puse el cuchillo muy cerca de mi dedo y me corté. Dejé escapar un siseo de dolor, y veo a Stefan al lado mía, mirándome con una cara rara. Al parecer no le gusta la sangre, pero bueno, cada uno tiene sus problemas. Agarré una toalla de papel y la envolví alrededor de mi dedo.

-Ve donde el botiquín en el baño y tráeme una tirita, por favor.- le dije a Stefan mientras removía la cebolla para que no se quemara/pegará al fondo de la olla.
El me hizo caso y fue a por una tirita. Cuando me la trajo, iba a cogerla, pero no me dejó.
-Ah, ah, prințesa. Dame la mano, te la voy a poner yo.- dijo con arrogancia falsa.
Puse los ojos en blanco y dejé que me pusiera la tirita, en cuanto me la puso, me volví a cocinar y a cortar la pechuga. El se sentó en uno de los taburetes que están al lado de la isla de la cocina.

Stefan Mocanu

Después de sentarme, comencé a mirarla mientras cortaba la carne, está vez con más delicadeza. Mis ojos estaban penetrados en su cuerpo y en sus manos, la miraba fijamente por si se cortaba otra vez, para ayudarla. Total, por eso me pagan. En pocos segundos, Larisa termino de cortar la pechuga y la puso en la nevera, puso las verduras en la olla y mientras se descongelaban, se puso a limpiar el arroz. Una vez listo, Larisa añadió arroz y agua a la olla. Se sentó en uno de los taburetes y se puso a ver su teléfono. Mi mente se distrajo por el pensamiento de Saray. Tengo que invitarla otra vez, pensé. Me quedé en mi mundo durante un buen rato, no me di cuenta de que Larisa se había levantado y había terminado la pechuga y la había metido en el arroz. Después subió y se metió al baño, en pocos segundos escuché el agua de la ducha. En ese momento aproveché para llamar a un... amigo.

-Alexander, ¿cuando vienes a por Larisa?- pregunté.
-Stefan, no puedo ir tan rápido. ¿Tu crees que esto va a ser un secuestro exprés? Pues te equivocas. Necesito que te quedes con ella dos o tres días más mientras los subordinados preparan todo.- mi jefe, Alexander, dijo. Su voz gutural y gélida, una que no contiene ni una pizca de emociones.
-Entendido, jefe. ¿Cómo la saco de casa?
-¿Y a mí que me preguntas? Sácala al parque o llévala al centro comercial.- y con eso, colgó.

El guardaespaldasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora