Capítulo 8

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Larisa Roman

Una vez salí de ducharme, me puse el pelo en un moño y bajé a la cocina, Stefan ya no estaba. Tampoco es que me importara, puede que esté con la zorra de Saray follándosela. Agarré un plato y me puse comida en el, me senté en el taburete en el que estaba antes y empecé a comer mientras miraba mi teléfono. Pasan cinco minutos y recibo una llamada de un número privado. Extrañada, respondí.
-¿Diga?- mi voz saliendo átona.
-¿Larisa Román?- una voz preguntó.
-¿Quién es?
-¿Es usted o no?- la voz se turnó hostil.
-Si, ¿que quiere?- dije un poco molesta.
-Tenemos a su hermano Lucas secuestrado. Si quieres recuperarle venga al almacén abandonado en el bosque al lado del centro comercial pasado mañana. Si quieres a tu hermano de vuelta trae 50.000 euros y posiblemente te lo entreguemos vivo, pero no sin lesiones...- y con eso, el señor colgó.
Mi cuerpo y mente estaban paralizados. ¿Mi hermano? Odio a esa rata, pero joder, sigue siendo mi hermano. Inmediatamente llamé a Stefan. Y el respondió con una voz jadeante.
-¿Qué coño quieres?
-¿Puedes dejar de follar con Saray por cinco minutos y venir a casa? ¡Tienen secuestrado a mi puto hermano!- dije molesta.
Escuché a Stefan suspirar un poco cabreado.
-Ahora voy.
Con eso cuelgo e intento pensar de donde mierda voy a sacar 50.000 euros. Pasé una mano por mi cabello mientras suspiraba. La puerta se abre, y veo a Stefan con su camisa en las manos. Su torso todo sudado.
-¿Que coño pasa, Larisa?- pregunta.
-Hombre, no sé, han secuestrado a mi puto hermano y tengo que ir pasado mañana al almacén que está en el bosque al lado del centro comercial y encima tengo que llevar 50.000 euros, ¡que no tengo ni puta idea de dónde los voy a sacar!- dije yo, frustrada de cojones.
Me puso las manos en mis hombros.
-Larisa, respira. Yo te puedo prestar el dinero. Se lo mucho que quieres a tu hermano, y también lo mucho que lo odias. Pero te voy a ayudar a sacarle de ahí, ¿vale?

Stefan Mocanu

Después de decir esas palabras, haciéndola creer que soy un buen tipo, la abracé. Un sonrisa afectada en mi cara mientras ya me imaginaba las cosas que le iba a hacer a la chiquilla. Es que, por poco y se me pone dura mientras estoy abrazándola.
-Mañana iremos al banco y sacaré el dinero, ¿okay?- dije, con una voz melosa.
Sentí a Larisa asentir y sacar un suspiro, y la sonrisa se hizo más grande.

Pasaron los días...

Dos días después de haber hablado con Larisa, estábamos de camino al almacén con una bolsa llena de dinero falso. Cosa que ella no sabía. La caminata hasta el almacén es larga, aproximadamente una hora y media o dos. Era perfecto, nadie la podría escuchar hablar, gemir, llorar y menos gritar.

Larisa Roman

El camino hacia el almacén por el bosque era horroroso. No se porque, pero al imbécil de Stefan le dio la gana de ir por la noche. Las hojas y ramas secas crujían bajo nuestros pies. Estaba aferrada al brazo de Stefan mientras miraba alrededor. Yo soy una persona muy paranoica, y cada vez que veía una sombra pensé que era un persona o un asesino en serie cuando resultaba ser un animal. La poco brisa hacia que mi pelo se moviera y mi piel se erizara. Me sentía observada. Stefan, en cambio, tenía una cara seria. ¿Qué estará pasando por su cabeza? Pensé. El almacén por fin aparecia a lo lejos, y mientras más nos acercábamos, más miedo daba. Mis piernas se sentían temblorosas, que digo, mi cuerpo entero se sentía tembloroso.

-No hace falta que tengas miedo, Larisa. Estoy aquí para protegerte.- dijo Stefan de la nada, haciendo que pegue un mini brinco del susto. Cuando se dio cuenta del susto, se rió entre dientes.
-¿De qué te ríes?...-dije yo con voz trémula.- esto da mucho miedo, Stefan... Está muy oscuro...
Stefan ya no respondió, ahora estábamos delante del almacén. Los pelos de mi nuca levantándose cada vez que un escalofrío recorría mi espalda.
-Tienes que entrar sola. Yo entraré si te pasa algo.- dijo Stefan.
-Ni de coña entro ahí sola. ¿Estás loco? Joder, que mal rollo da...
Después de dudar un poco, decidí entrar. Agarré la bolsa de dinero y agarré un buen de aire. Puse un pie en el almacén y ya sentía malas vibras por todo el cuerpo. Seguí andando y me encontré con una silla en medio con cuerdas alrededor de el apoyabrazos y en las patas de la silla.

-¿H-Hola?- mi voz salió super aterrada y temblorosa. Miré alrededor del pequeño cuarto en el que me metí. De la nada, noto a alguien poniéndome un paño alrededor de la boca mientras con una mano me agarraba de la cintura para que no escapara. Mi visión comenzó a ponerse borrosa, y empecé a sentir que mi cuerpo ya no tenía fuerzas, y ahí, mis ojos se cerraron completamente.

El guardaespaldasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora