Conexiones

23 2 0
                                    

Grecia

Siempre que comienza un partido, para mi todo se vuelve nada. Solo veo el balón, mi respiración se vuelve agitada y escucho mi corazón latir con tanta fuerza que temo que pueda caerme en ese instante. Ahora que estaba jugando para la clasificación, mi miedo cada vez era más grande. La presión estaba sobre mí y estar de medio campo me volvía más ansiosa. Decidí esta posición justo por eso, hoy no estaría lista para estar de delantera. Pero a la mitad del partido, nos cambiaron de posición, haciendo que terminara anotando dos goles, los necesarios para seguir en la clasificación después de vencer a Brasil aquí.

Las cámaras siempre estaban sobre nosotras, pero siendo la que anotó, estaban sobre mi, las preguntas cesaban cada vez más que solo me conformaba a contestarlas de forma neutra como me habían enseñado y después tomé la botella de Gatorade.

—¿Cuál es tu bebida favorita?

—Gatorade, siempre Gatorade.

No me mal entiendan, me gustan todos los sabores, más el de naranja y el de frutos rojos siempre me había hecho vomitar, era un sabor más artificial. Adivinen cuál me dieron que tuve que contenerme y sonreír a la cámara mientras lo hacía.

Volví a ver esa escena en casa de mis padres. Yo sabía que estaba a punto de vomitar, afortunadamente en televisión no se notaba y sonreía después de que me tomaran un par de fotos más y salir corriendo a prepararme para el evento de mi madre.

—Bien, ya puedes voltear. Estás lista.

Mi madre me dijo con emoción en su voz mientras terminaba de acomodarme el vestido por delante y yo rodé los ojos mientras volteaba lentamente a verme al espejo de mi habitación ya que no me había dejado verme en todo el rato en el que me arregló, me había regañado por llegar tarde y me hizo bañarme en cuestión de nada.

Era un vestido hermoso rosa, pegado al cuerpo y que hacía resaltar mi pecho más de lo que podría imaginarme que podría tener o quería hacer en esos momentos para un evento tan importante y formal como lo es este, inclusive tuve que tocármelos para ver si seguían siendo las mismas mandarinas que veía todos los días, abriendo la boca sorprendida de lo que un vestido podía hacer y terminé recibiendo un manotazo de mi madre. Ya estaba maquillada y el cabello lacio bien peinado por detrás de mis orejas. Sonreí porque me gusta verme así, me gusta cuando me arreglo, cuando me veo tan bien que no me creerían que hace una hora sudaba horrible por estar jugando contra uno de los mejores equipos mundialmente hablando. También porque me hace sentir hermosa. Lo único bueno de la relación con mi madre es que me enseñó a siempre verme bien.

—Esto le encantará a Fernando, bueno, a cualquier chico que te vea y chica.

La última palabra sonó un poco más forzada al salir de los labios de mi madre, pero apreciaba su esfuerzo de querer involucrarse más conmigo de esa manera y aceptarme después de años de salir del closet, aunque fuera casi en un susurro al ver que la maquillista aún estaba ahí. Mi sonrisa fue desapareciendo al recordar por qué estaba ahí y por qué estaba usando ese vestido. Mi madre pareció notarlo, me dio unas palmadas en los hombros antes de ir a mi tocador por algo. Yo no me moví mientras veía aún el vestido. No iba a admitirle que me había encantado el vestido.

—Oh no te pongas así, le estás haciendo un favor a tu padre y a ti al hacer esto si lo piensas bien. No sabes las excusas que pondría tu padre para que no te fueras a España o lo tanto que te molestaría que te costaría lograrlo sin su ayuda. Estaría mencionándolo tanto que nos va a atarear a todos como siempre.

Piensa más en cómo le haría ver que no le da a su hija lo que quiera, aunque ella ya construyó su carrera.

—Podría hacer esto Santiago si se lo propone o se lo piden, es bueno haciendo que las personas confíen en él, además de que posiblemente tengan más de qué hablar que yo con Fernando. Es más ¿quién es?

Primeras veces #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora