Baloons

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Era primavera y una chica asomaba la cabeza por sobre las azoteas para ver un espectáculo sin precedentes en su historia como humana. 

Globos, en un número inimaginable y en colores aún indescriptibles para muchas vistas, flotaban alegremente mientras los vapores que salían de su cola los propulsaban como cohetes. Fuegos artificiales acompañaban el espectáculo, mientras iban algunos hologramas de hombres y mujeres y animales voladores danzando al únisono de una música que la chica había aprendido a llamar "planetaria". Ondas armoniosas, ligeras, armónicas y arpegios líquidos se emparejaban al dueto de trapecistas que por medio de dobles cuerdas viraban y subían y bajaban una escalinata que conducía hasta el cielo infinito. 

— Carnaval de los ornitópteros. — Dijo una voz detrás suyo que ya reconocía. El camarero le ofreció una copa de vino y se colocó a su lado. 

El jolgorio inundaba miles de pequeñas embarcaciones casa que surcaban el aire como si fuera un océano de nubes y turquesas. 

— Es bellísimo. — Respondió Alicia. 

— Es lo mismo los años, pero, sí. Es apropiado decirlo así. — Respondió el camarero, recostado de espaldas contra la buhardilla del alcazar. 

— Me gustaría... ¿Puedes cargarme? — Pidió Alicia. 

El camerero casi pierde el equilibrio. 

— ¿Yo? Venga ya. Si no pesas ni diez kilos. Claro que puedo. Qué preguntas son esas. 

Miraba a otro lado mientras respondía. 

— A una dama no debe hacérsele esperar. — Atajó Alicia y abrió sus brazos al solar horizonte. 

— ¡Niña! — Exclamó el camarero precipitándose para sostenerla antes de que cayera al vacío. — ¿Qué pretendes tirándote así? ¿Sigues con esa idea?

Alicia reía y reía. Hace añales que no tenía una de esas risas. Amaba el mundo en ese momento y se sentía amado por él. Abrazó un globo aerostático emergente y subió volando con él. El camarero perdió su charola y maldijo, pero subió con ella. 

En la cabeza del globo, Alicia bailó y bailoteó con sus zapatillas un ballet tango que expresaba libertad y ensueño. 

El camarero solo se quedó mirando hacia arriba y mirando su reloj de muñeca. Alegría, juventud y florecimiento eran las cosas que ella celebraba y así, a la mirada de todos y del astro celeste continuó su danza de euforia y espectáculo hasta que los últimos fuegos de la tarde se apagaron con las explosiones de los fuegos artificiales. 

El mundo de las mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora