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Christopher.

Me muevo desesperado en mi sitio. ¿Porqué coño no acaba de llegar?.

—Hermano vas a abrir un agujero en el suelo de tantas vueltas —me dice Patrick y lo ignoro.

—Ya hasta me mareaste, pareces trompo —lo apoya Simón y me cuestiono el porqué los escogí como padrinos.

Miro la hora en mi reloj y solo me impaciento más.

¿Y sí se arrepintió?.

¿Y sí me deja plantado?.

No se atrevería a hacerme eso. Me ajusto la corbata y las mangas del traje, ya parezco pingüino con esta mierda puesta.

—Muñequito debes relajarte, mi sol debe estar al llegar —Reece me palmea el hombro.

Pura mierda es lo que escucho a mi alrededor. Estoy desesperado.

—Hijo solo ten paciencia.

—La que me falta mamá.

La iglesia queda en silencio, mi vista va hacia la entrada donde veo a la mujer que pone mi corazón a latir como desesperado.

Luce un hermoso vestido blanco con una abertura en el muslo.

¿Porqué no me extraña que hasta así me guste?

Camina segura de sí misma con Rick del brazo. Les sonríe a todos y solo Dios sabe lo duro que estoy en estos momentos.

En un costado están Alexa y la psicóloga mujer de Simón como madrinas de ella, las saluda con la cabeza y llega a donde estoy yo.

—Te entrego hoy a uno de mis tesoros —empieza Rick —. Más te vale cuidarla y hacerla feliz el tiempo que dure su matrimonio —como si yo fuera a dejarla libre —. Si me entero que llora o la lastimas te las verás con mi escopeta —amenaza y me la entrega.

— ¿Ya? —pregunto y asiente —. Ahora largo y déjame admirar a mi futura esposa.

La miro, odio el estúpido velo de novia por lo que se lo quito y me deja apreciar sus ojos azules.

Mierda.

Verla directo a esos zafiros desencadena una punzada.

La misma que recibí el primer día que la ví corriendo en casa de Rick porque Em le quería tirar una rana.

Es una miedosa.

La misma que recibí la primera vez que atravesó el umbral de mi casa enfundada en ese vestido rojo carmín.

La misma que recibí cuando nuestros labios tuvieron su primer roce. El primer beso de ambos.

Me inclino a susurrarle al oído.

—Esta espera me las pagarás en la noche de bodas nena —siento como se estremece y me separo acomodando u mechón de su cabello detrás de la oreja.

Nos giramos hacia donde debería estar el padre pero no está. Frunzo el ceño y aparece acomodándose lo que sea que utilizan ellos.

—Perdonen el retraso hermanos —hasta aquí me llego el olor a alcohol —. Había una pobre alma que necesitaba una oración.

Detrás del palco sale una mujer sonrojada acomodándose la ropa y con el cabello revuelto.

Sí claro, una oración.

Se pone frente a nosotros y me entrometo cuando intenta tocar a Rachel.

—Para casarnos no hace falta tocarla —espeto.

Alocado Matrimonio [Chrischel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora