Cuando finalmente me mostraron mis aposentos, la realidad de mi nueva situación se asentó con todo su peso. La habitación era pequeña, sencilla hasta el punto de la austeridad, un marcado contraste con la amplitud y lujo de lo que tenía en Thalassia. Una única ventana, pequeña pero generosa en luz, enmarcaba un trozo de cielo y bosque, ofreciendo una vista que, aunque hermosa, no lograba disipar la sensación de confinamiento que me envolvía.
El mobiliario era escaso: un camastro que prometía noches de sueño inquieto, una mesa y una silla que parecían haber sido escogidas por su funcionalidad más que por su estética. No había adornos ni tapices que cubrieran las desnudas paredes de mármol. Además, la ausencia de mi colgante hacía que la habitación se sintiera aún más carente, más ajena.
Cuando la noche extendió su manto sobre el palacio, el sonido de una campana de bronce se filtró a través de los laberínticos pasillos, llamándonos para la cena. Avancé con cautela, casi tropezando con quienes me precedían, mi corazón latiendo con la ansiedad de perderme en aquel entramado de pasajes. La idea de quedarme atrás, sola en el enredo arquitectónico de Zephyria me mantenía alerta, atenta a cada paso que daba en aquel terreno tan desconocido.
El comedor se encontraba en un salón ubicado en la parte delantera del palacio, abriéndose a unas vistas impresionantes del vasto bosque que nos rodeaba, un espectáculo que robaba el aliento bajo el manto crepuscular. Dentro, el mobiliario de roble, con sus bancas y mesas marcadas por los años de uso, narraba historias de incontables cenas a través de sus rayones y arañazos. A pesar de su aparente simplicidad, la cena ofrecida era generosa, sorprendiéndome notablemente por lo distinta que resultaba a los banquetes a los que acostumbraba en Thalassia. Allí la proximidad del mar dictaba un menú rico en pescados y mariscos; aquí, en cambio, la mesa se vestía con platos de carne, acompañados de gruesas rebanadas de pan y queso, todo sazonado con un aroma tentador de hierbas silvestres.
También me sorprendió encontrarme con la necesidad de ocupar un lugar en una mesa compartida con otros habitantes del reino, un contraste marcado respecto a mi vida anterior, donde mi asiento estaba siempre reservado al lado del rey. Me hice espacio entre un grupo de jóvenes que, para mi alivio, parecían completamente absortos en sus propias conversaciones, ignorando mi llegada. Esta indiferencia resultó ser un refugio inesperado ya que, en realidad, no me sentía con ánimos para entablar diálogo alguno.
A pesar de mis esfuerzos por aislarme de mi entorno, el eco de las risas que brotaban de las mesas más alejadas de la mía perforó mis pensamientos. Sin pausar el ritmo de mi cena, levanté la mirada hacia el origen de aquella alegría aparentemente contagiosa. Entre los presentes destacaba la luminiscencia de unos cabellos rubios bajo el cálido resplandor de las lámparas. Freen se encontraba allí, su amplia sonrisa iluminando el espacio, siendo el centro de una atmósfera de jovialidad compartida con los que la rodeaban, seguramente encantados por alguna anécdota que acababa de contar.
Ella no ocupaba un lugar junto a su padre, sino que se mezclaba entre sus pares en una mesa que parecía rebosar juventud. Entonces caí en cuenta de que, probablemente, todos en este salón deseaban compartir el mismo aire que ella respiraba. La impresión inicial de que podría tratarse de una presumida me molestó, tanto como el recordatorio punzante de que, en Thalassia, nunca experimenté el calor de un ambiente similar. Allá nadie parecía tener interés alguno en relacionarse conmigo.
Ese primer día en Zephyria descubrí que después de la cena se nos otorgaba total libertad para hacer lo que quisiéramos. Noté la división entre los habitantes del reino: aquellos que giraban en la órbita de la princesa y aquellos que permanecían al margen. Con una mezcla de curiosidad y envidia, observé el ambiente sereno y lleno de camaradería que Freen había tejido a su alrededor. Ella inició una serie de juegos que involucraron a todos sus amigos, creando un espacio de alegría y conexión que contrastaba vivamente con mi soledad.
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Zephyria's Heart - Freenbecky
FanfictionEn el misterio de un antiguo reino, donde los ecos de lo divino se entrelazan con la esencia de la Tailandia antigua, se teje una historia de amor, destino y redención. El corazón de Zephyria narra el viaje de Rebecca, exiliada princesa de Thalassia...